Nuestra relación con Dios y Cristo



   La Biblia nos muestra claramente nuestro derecho a disfrutar de una relación personal con Dios y su Hijo sin la mediación de ninguna entidad humana alguna. Si permitimos que normas humanas nos restrinjan de esta íntima relación personal, perderemos nuestra libertad de servir a Dios y a su Hijo de acuerdo a nuestra propia fe. Sería un abandono total de nuestra responsabilidad ante Dios a la hora de tomar decisiones basada en nuestra conciencia personal. Es alentador recordar la valerosa actitud de los apóstoles Pedro y Juan cuando se enfrentaron a los líderes de su antigua religión, estos querían restringir su libertad de hablar de lo que habían visto y oído acerca del Cristo; “Juzgad si es justo delante de Dios obedecer antes á vosotros que á Dios: Porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído. (Hechos 4:19,20 Reina Valera).
     “Para que vuestra fe se fundase, no en sabiduría de hombres, sino en el poder de Dios.” (1 Corintios 2:5, Biblia de Jerusalén.) Estudiar con regularidad la Biblia y meditar en ella nos puede hacer una persona espiritual, podemos lograrlo al entender la manera de pensar de Dios y su Hijo, y nos hace más conscientes de la necesidad de servirles cuidadosamente.
     También necesitamos el espíritu de Dios, “El espíritu escudriña todas las cosas, hasta las cosas profundas de Dios” (1 Corintios 2:10, 11). La expresión “las cosas profundas de Dios” se refiere a la sabiduría divina que, ha sido revelada mediante el espíritu santo a los cristianos. Con la ayuda del espíritu logramos entender el porqué de lo que Dios nos pide, solo entonces estaremos más resueltos a obedecerlo en base a muestra propia fe y conciencia. Cada uno, poseemos una individualidad que solo entendemos nosotros y nuestro Creador, esto es lo que hace que nuestra relación con Dios difiera de la relación que pudiera tener otra persona. Pero cuando seguimos las enseñanzas de los líderes de nuestra iglesia con relación a la manera de servir a Dios y su Hijo se pierde esta individualidad que menciona el versículo 11.
     Los cristianos deben estar “poniéndose a prueba para ver si están en la fe”, es decir, examinar si toda nuestra vida está de acuerdo con lo que manda la Biblia. "Examinaos vosotros mismos si estáis en la fe. Probaos a vosotros mismos. ¿No reconocéis que Jesucristo está en vosotros? ¡A no ser que os encontréis ya reprobados!", (2 Corintios 13:5  Biblia de Jerusalén.) La fe es sobre el conjunto de creencias cristianas que hallamos en la Biblia. Para saber si estamos “en la fe”, tenemos que examinarnos y ver si nuestras palabras y acciones están en armonía con esas creencias. Si somos miembros de alguna organización religiosa, lógicamente aceptamos lo que ella enseña, pero para saber si estas enseñanzas se basan en la Biblia, necesitamos investigar para ver si cumple con este requisito. No basta con conformarnos con lo que nos enseña nuestra religión, sino más bien, con lo que enseña la Biblia. Jamás deberíamos dejar que otros establezcan las normas para nuestras propias creencias. Pero puede que en nuestro examen de la fe encontremos que eso es precisamente lo que está sucediendo en nuestro caso. De cualquier modo, somos nosotros los que tenemos que responder ante el tribunal de Cristo por lo que hemos hecho sea cosa buena o mala, (2 Corintios 5:10). El apóstol Pablo reconoció que cada persona es dueña de su propia fe, nadie tiene el derecho bíblico de imponer su fe a otros, aunque sean miembros de nuestra familia, mucho menos los que no lo son. “La fe que tú tienes, tenla conforme a tu propia convicción delante de Dios”. (Romanos 14:22 Biblia Latinoamérica)“No es que queramos tener control de su fe, sino que somos colaboradores con ustedes para su gozo, porque es en la fe que permanecen firmes”. (2 Corintios 1:24 Biblia Latinoamérica)
     Al tener la Biblia, la Palabra de Dios, ya no tenemos que esperar a que Cristo venga a decirnos lo que tenemos que hacer, ni acudir a ninguna otra fuente a fin de aprender cómo ser un cristiano. Lo que necesitamos para ser salvo, lo tenemos a nuestro alcance, listo para practicarlo y expresarlo a otros: “La palabra está cerca de ti, en tu propia boca y en tu propio corazón”, (Romanos 10:8). Dios hizo posible que cualquier persona que ejerza fe en su Hijo tenga vida eterna. Pero como muestra Pablo seguidamente, se necesita que declaremos esa fe a otros para que también puedan ser salvos. “que si confiesas con tu boca a Jesús por Señor, y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo;” (Romanos 10:9). Como podemos ver, el ejercer fe, declararla a otros, y mantener una excelente conducta es una responsabilidad de cada cristiano individualmente. Jesús dijo que cuando el venga en su gloria con sus ángeles recompensará a cada uno según su conducta”(Mateo 16:27) No podemos arriesgarnos a perder esa bendita recompensa, tenemos que examinar cuidadosamente si nuestras creencias actuales nos están desviando de esa meta.
    Hay muchas personas sinceras en todas las religiones, pero lamentablemente muchos parecen aceptar las enseñanzas no bíblicas que les imparte sus líderes religiosos como si vinieran directamente de Dios. Incluso, presuntuosamente algunos de estos líderes se autoproclaman como el único conducto o canal de comunicación entre Dios y la humanidad. Hasta enseñan que ser leales a esa organización equivale ser leal a Dios, que la vida eterna depende de la obediencia a las normas de dicha organización. Esto es una perversión de las Escrituras. Poner tal fe y mostrar tal lealtad en algún sistema terrenal carece totalmente de fundamento en las Escrituras. Lo que enseña la Biblia es que Jesús es “el camino”, quiere decir que él es la única persona por medio de la cual es posible acercarse a Dios. Jesús es el único camino que lleva a la salvación (Juan 14:6). Es la fe y obediencia en Cristo lo que nos salva, no a alguna organización humana, (Juan 3:16, 36; Juan 20:31; Hechos 4:12; Romanos 6:23; 1 Timoteo 2:5, 6; Hebreos 5:9; Hebreos 7:25).   

     De la lectura completa de esos textos y muchos otros se ve claramente que lo que se nos llama a hacer, es a poner fe en Dios, fe en su Hijo, fe en la Palabra de Dios tal como la escribieron aquéllos a quienes Él inspiró. Pero en ningún lugar se nos enseña a poner fe en hombres o en organizaciones terrestres, ni a seguir incuestionablemente su guía. Una fe así está fuera de lugar y lleva a graves consecuencias porque puede alejarnos de lo que realmente es la voluntad de Dios. Por eso lejos de estimular esa fe en hombres imperfectos, el registro bíblico completo es un recordatorio permanente del peligro inherente a esa clase de confianza. (Lucas 21:8; Juan 6:28, 29, 40, 47, 63; Romanos 16:17, 18; 1 Corintios 2:12,13,15,16; 1 Corintios 7:23; 2 Corintios 4:1, 2, 5, 6, 13; 2 Corintios 11: 4, 5, 13-15, 20; Gálatas 1:6-9, 11, 12; Gálatas 2:4, 5; Colosenses 2:6-8; Colosenses 2:20-23; 2 Tesalonicenses 2: 1,2; 1 Timoteo 1: 3, 4; 1 Juan 3: 19-24; 1 Juan 5:20). 


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