De acuerdo con el Diccionario
Expositivo de W. E. Vine, la palabra resurrección se vierte de la palabra
griega anastasis (ἀνάστασις) que significa un levantamiento (ana, arriba,
y jistemi, poner en pie). Esta es la
palabra que se usa para resurrección por alrededor de 50 veces en las
Escrituras Griegas Cristianas.
Sobre
la resurrección hay muchos mitos y creencias diferentes, pero casi toda
religión llamada cristiana cree en la resurrección corporal con destino celestial.
Debo decir que los testigos de Jehová creen en dos clases de resurrecciones,
una resurrección corporal para los que vivirán en la tierra y una en espíritu
para un selecto grupo de 144.000 escogidos que vivirán en el cielo. A
continuación se presentará un análisis literal, contextual y racional de lo que
dice la Biblia sobre la resurrección de los muertos.
RESURRECCIONES
EN LA BIBLIA
En
el Antiguo Testamento se alista varias resurrecciones efectuadas por los
profetas Elías y Eliseo (1 Reyes 17:17-23; 2 Reyes 4:31-37; 13:20,21). Naturalmente estas fueron resurrecciones donde los
que fueron levantados de la muerte siguieron viviendo una vida normal hasta que
murieron nuevamente, pero fueron realidades confirmadas por testigos.
Jesucristo también levantó muertos a la vida durante su estancia en la tierra.
Se registra la de la hija de Jairo el presidente de la sinagoga y el hijo de la
viuda de la ciudad de Naín. (Marcos 5:38-41; Lucas 7:11-17) Y la más conocida fue la de su
amigo Lázaro, quien llevaba cuatro días de estar muerto y enterrado. (Juan 11:38-44) Más adelante se registran dos
resurrecciones adicionales, la de Dorcas ejecutada por Pedro, y la de Eutico
por Pablo. ((Hechos 9:36-42; 20:7-12) En todas estas al igual que las realizadas por Elías
y Eliseo los que fueron resucitados siguieron viviendo sus vidas hasta que
murieron por segunda vez. Han pasado casi 20 siglos después que murieron tanto
los que realizaron las últimas resurrecciones como los que fueron resucitados,
de manera que surgen las preguntas: ¿Qué base da la Biblia para la
resurrección? ¿Qué dice ella sobre la resurrección de Cristo? ¿Quiénes
resucitarán, cuándo y dónde vivirán? ¿Se resucita en cuerpo físico
o espiritual?
LA BASE
DE LA RESURRECCIÓN
La
esperanza en la resurrección está garantizada por el propio Hijo de Dios, quien
dijo: “… Yo soy la resurrección y la vida. El que
ejerce fe en mí, aunque muera, llegará a vivir”. (Juan 11:25) También
habló sobre su alcance en el evangelio de Juan 5:28,29
(NVI):
“No se asombren de esto, porque viene la hora en que
todos los que están en los sepulcros oirán su voz, y saldrán de allí. Los que
han hecho el bien resucitarán para tener vida, pero los que han practicado el
mal resucitarán para ser juzgados”. Pablo se refiere a ella, como la
resurrección de los justos e injustos (Hechos 24:15). La base de la
resurrección la establece el propio Dios al resucitar a su Hijo de entre los
muertos (Hechos 17:31). Por lo que no debe extrañar que la resurrección de
Cristo fuera un tema presente en la predicación de los apóstoles. (Hechos 2:24,
32; 3:15, 26; 4:10; 5:30; 10:40; 13:30;17:3, 31; 26:8) Si somos de
las personas que profesamos ser cristianos, seguramente queremos saber todo lo
que la Biblia habla sobre la resurrección y en particular sobre la resurrección
de Cristo y de qué manera nos afecta a nosotros.
LA RESURRECCIÓN
DE CRISTO
Jesús
murió a una hora avanzada del viernes 14 de Nisán del año 33 E.C. Por lo que
los preparativos fúnebres no podían hacerse hasta el domingo, ya que el sábado
era día de descanso judío. Las mujeres que servían a Jesús fueron las primeras
en llegar muy temprano el domingo, pero el cuerpo del Señor no estaba en el
sepulcro como ellas esperaban. (Lucas 23:54-56; 24:1-3). Aunque ellas no lo
sabían, él había sido resucitado. El registro bíblico alista varias apariciones
de Cristo resucitado a los suyos. ¿Pudieran estas arrojar alguna luz que nos
ayude a determinar en qué forma fue resucitado Cristo, si en carne o en espíritu?
Analicemos cada una de ellas.
La
primera aparición fue a María Magdalena. ¿Quién fue esta mujer? En el relato de
Lucas 8:1-3 se puede ver que ella era una de las discípulas destacadas que
acompañaban siempre a Cristo junto con los doce apóstoles. Posiblemente lo
estuvo haciendo por alrededor de dos años antes de morir Cristo por lo que lo
conocía muy bien. El relato de lo que
sucedió en esta primera aparición se encuentra en Juan 20:11-16 (DHH) que dice:
“María se quedó afuera, junto al
sepulcro, llorando. Y llorando como estaba, se agachó para mirar dentro, 12
y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de
Jesús; uno a la cabecera y otro a los pies. 13 Los ángeles le
preguntaron: Mujer, ¿por qué lloras? Ella les dijo: Porque se han llevado a mi
Señor, y no sé dónde lo han puesto. 14 Apenas dijo esto, volvió la
cara y vio allí a Jesús, pero no sabía que era él. 15 Jesús le
preguntó: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el
que cuidaba el huerto, le dijo: Señor, si usted se lo ha llevado, dígame dónde
lo ha puesto, para que yo vaya a buscarlo. 16 Jesús entonces le
dijo: ¡María! Ella se volvió y le dijo en hebreo: ¡Rabuni! (que quiere decir: “Maestro”).
Al
leer el relato la primera pregunta que nos viene a la mente es, ¿cómo es
posible que no haya reconocido a su Maestro al confundirlo con el
jardinero? ¿Sería porque él estaba
vestido diferente o porque las lágrimas no le permitían a ella ver bien, como
dicen algunos comentaristas bíblicos? Obviamente estas razones no son nada
convincentes. Una cosa si es segura, aquel hombre al que ella confundió con el
jardinero era un desconocido para ella, sin embargo era el Cristo resucitado.
Hay que señalar que la voz del Señor tampoco le llegó a ser familiar, solo
cuando la llamó “¡María!” fue que ella reconoció que era su Maestro.
La
segunda aparición fue ese mismo día, fue a dos de sus discípulos que iban de
regreso a la ciudad de Emaús, está narrada en Lucas 24:13-32 (BLA): “Aquel mismo día dos discípulos se dirigían a un pueblecito
llamado Emaús, que está a unos doce kilómetros de Jerusalén, 14 e
iban conversando sobre todo lo que había ocurrido. 15 Mientras
conversaban y discutían, Jesús en persona se les acercó y se puso a caminar con
ellos, 16 pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran. 17
él les dijo: "¿De qué van discutiendo por el camino?" Se detuvieron,
y parecían muy desanimados. 18 Uno de ellos, llamado Cleofás, le
contestó: "¿Cómo? ¿Eres tú el único peregrino en Jerusalén que no está
enterado de lo que ha pasado aquí estos días?" 19 ¿Qué pasó?,
les preguntó. Le contestaron: "¡Todo el asunto de Jesús Nazareno!
"Era un profeta poderoso en obras y palabras, reconocido por Dios y por
todo el pueblo. 20 Pero nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes
renegaron de él, lo hicieron condenar a muerte y clavar en la cruz. 21 Nosotros
pensábamos que él sería el que debía libertar a Israel. Pero todo está hecho, y
ya van dos días que sucedieron estas cosas. 22 En realidad, algunas
mujeres de nuestro grupo nos han inquietado, 23 pues fueron muy de
mañana al sepulcro y, al no hallar su cuerpo, volvieron hablando de una
aparición de ángeles que decían que estaba vivo. 24 Algunos de los
nuestros fueron al sepulcro y hallaron todo tal como habían dicho las mujeres,
pero a él no lo vieron. 25 Entonces él les dijo: "¡Qué poco
entienden ustedes y qué lentos son sus corazones para creer todo lo que
anunciaron los profetas!" 26 ¿No tenía que ser así y que el
Mesías padeciera para entrar en su gloria?" 27 Y les interpretó
lo que se decía de él en todas las Escrituras, comenzando por Moisés y
siguiendo por los profetas. 28 Al llegar cerca del pueblo al que
iban, hizo como que quisiera seguir adelante, 29 pero ellos le
insistieron diciendo: "Quédate con nosotros, ya está cayendo la tarde y se
termina el día. Entró, pues, para quedarse con ellos. 30 Y mientras
estaba en la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y
se lo dio. 31 En ese momento se les abrieron los ojos y lo
reconocieron, pero él desapareció”.
No
sabemos si el Señor hizo todo el viaje con ellos, pero lo cierto fue que ellos
no lo reconocieron al igual que María Magdalena. Pensaron que era un forastero
en Jerusalén. Solo cuando tomó el pan, lo bendijo, lo partió y empezó a dárselo
fue que ellos lo reconocieron. Se sabe que ellos no tuvieron en la Cena con
Cristo, pero quizás estaban cuando Cristo alimentó milagrosamente a miles
(Mateo 14:19;
15:36).
Es muy probable que de ahí les vino el recuerdo de cuando Jesús bendijo el pan
y empezó a distribuirlo. Pero es importante notar la diferencia que hay entre
el versículo 15 y el 31, en el primero dice que Cristo se les acercó,
posiblemente caminando, pero en el 31 dice que él desapareció, indicando que
fue de manera súbita.
Las
próximas tres apariciones fue a sus apóstoles. En la primera curiosamente están
presentes los dos discípulos de Emaús, ellos están allí contándoles a los apóstoles
su experiencia con el Señor. La reunión se describe en Lucas 24:35-43 (DHH): “Entonces
ellos dos les contaron lo que les había pasado en el camino, y cómo
reconocieron a Jesús cuando partió el pan. 36 Estaban todavía
hablando de estas cosas, cuando Jesús se puso en medio de ellos y los saludó
diciendo: Paz a ustedes. 37 Ellos se asustaron mucho, pensando que
estaban viendo un espíritu. 38Pero Jesús les dijo: ¿Por qué están
asustados? ¿Por qué tienen esas dudas en su corazón? 39 Miren mis
manos y mis pies. Soy yo mismo. Tóquenme y vean: un espíritu no tiene carne ni
huesos, como ustedes ven que tengo yo. 40
Al decirles esto, les enseñó las manos y los pies. 41 Pero como ellos no acababan de creerlo,
a causa de la alegría y el asombro que sentían, Jesús les preguntó: ¿Tienen
aquí algo que comer? 42 Le dieron un pedazo de pescado asado, 43
y él lo aceptó y lo comió en su presencia”.
Aquí
hay aspectos interesantes en este pasaje. Aquí se está tratando de personas que
convivieron con Cristo por más de tres años. Lo normal en este caso hubiera
sido que al verlo nuevamente y vivo le dieran una gozosa bienvenida, pero
contrariamente se quedaron aterrorizados al verlo porque creyeron que era un
espíritu. No era para menos, ya que no se acercó a ellos caminando sino que
apareció de súbito en medio de ellos. Aparentemente no era un espíritu porque tenía
carne y huesos, incluso les enseñó las heridas de las manos y los pies y los
invitó a que lo tocaran para que salieran de dudas y finalmente comió delante
de ellos. Aun así surge una interrogante, si resucitó con el mismo cuerpo que
murió ¿por qué no lo reconocieron? Observemos que Lucas no menciona que los dos
discípulos de Emaús que estaban allí reunidos y habían estado con Cristo
resucitado poco tiempo antes lo reconocieran, ellos también estaban aterrados. Hasta
ahora todo parece muy confuso.
En esta aparición Tomás no estaba, Cuando
los demás apóstoles le contaron que habían visto al Señor, él contestó: "“A menos que vea en sus manos la marca de los clavos y
meta mi dedo en la herida de los clavos y meta mi mano en su costado, jamás lo
voy a creer”. (Juan 20:25) Leamos en Juan 20:26-29 la segunda aparición
a sus apóstoles incluyendo a Tomás: “Ahora bien, ocho
días después, sus discípulos estaban dentro otra vez, y Tomás con ellos. Jesús
vino, aunque las puertas estaban aseguradas con cerradura, y estuvo de pie en
medio de ellos y dijo: “Tengan paz”. Dijo entonces a Tomás: “Pon tu dedo aquí,
y ve mis manos, y toma tu mano y métela en mi costado, y deja de ser incrédulo,
y hazte creyente”. En contestación, Tomás le dijo: “¡Mi Señor y mi
Dios!”. Jesús le dijo: “¿Porque me has visto has creído? Felices son los
que no ven y sin embargo creen”.
En
este relato aparece un detalle nuevo, aunque Jesús volvió aparecerse en medio
de ellos de manera instantánea como la vez anterior, Juan incluyó el hecho de
que las puertas estaban cerradas con llave. Pasar a través de puertas o paredes
es imposible para un cuerpo humano. Juan no dice nada de que ahora se hayan
asustados, pero evidentemente no era el Cristo humano que había conocido Tomás.
De ser así no tendría sentido de probar que era realmente el Cristo pidiéndole
que metiera su mano en el costado de su cuerpo.
Posiblemente
la última aparición registrada a sus discípulos aparece en Juan 21:1-14. Fue junto al mar de Tiberíades, siete de sus
discípulos estaban pescando cuando ya justo estaba amaneciendo. Leamos los
versículos 5-7: “Entonces Jesús les dijo: “Niñitos, no
tienen nada de comer, ¿verdad?”. Le contestaron: “¡No!”. 6 Él
les dijo: “Echen la red al lado derecho de la barca, y hallarán”. Entonces la
echaron, pero ya no podían sacarla a causa de la multitud de peces. 7 Por
lo tanto, aquel discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro: “¡Es el Señor!”.
Entonces Simón Pedro, al oír que era el Señor, se ciñó su prenda de vestir de
encima, porque estaba desnudo, y se lanzó al mar”. Es cierto que estaba
amaneciendo cuando Jesús se presentó, y es muy posible que estuvieran pescando
un poco alejado de la orilla y no podían distinguirlo bien. Pero Cristo les
habló dos veces en voz alta y tampoco reconocieron su voz. ¿Olvidaríamos la voz
de alguien con quien convivimos día a día por más de tres años? ¡Imposible!
Solo reconocieron que era el Señor por el milagro, no por su apariencia ni por
su voz.
Resumiendo
sus apariciones: María Magdalena lo confundió con el hortelano y solo lo
reconoció por la manera que dijo su nombre. Los dos discípulos de Emaús
pensaron que era un forastero y supieron que era él cuando bendijo el pan y se
los dio. A los apóstoles les dio mucho miedo creyendo que era un espíritu o
fantasma por lo que él les dijo que lo tocaran y vieran sus heridas. Tomás solo
creería si metía sus manos en las heridas de Jesús aunque no sabemos si llegó a
hacerlo. Y en el Tiberíades tampoco lo reconocieron, solo por el milagro de los
peces. Preguntémonos, ¿qué explicación bíblicamente razonable pudiera ayudarnos
a entender por qué nadie de las amigas y amigos cercanos de Cristo no
reconocieron ni su apariencia física ni su voz después de haber resucitado? Es
imposible olvidar el rostro y la voz de alguien cercano después de solo 3 o 4
días de ausencia.
No
hay duda de que después de su muerte, Jesús siempre se apareció a todos ellos
con un cuerpo visible de carne y hueso que podía alimentarse como cualquier humano,
pero evidentemente no era el mismo cuerpo antes de morir. Por otra parte, si
Cristo hubiese resucitado en espíritu, ¿cómo hubiera hecho posible presentarse
a ellos visiblemente? La única manera demostrable con la Biblia es lo que se
conoce como la materialización, es decir hacer que algo que no es material se
haga una realidad perceptible para otros como puede ser tomar forma humana. Si Cristo
lo hizo, parece haber tomado cuerpos diferentes en cada ocasión, de cualquier
manera no fue nada nuevo. Hay muchos casos registrados en la Biblia de ángeles
que lo hicieron en el pasado. No solo tomaban forma humana también podían
actual como tales. Consideremos algunos ejemplos; tenemos el caso de los
ángeles desobedientes en los días de Noé, con su cuerpo materializado pudieron engendrar
hijos con las mujeres de aquel tiempo. (Genesis
6:1-4;
Judas 6) Tres ángeles
se aparecieron a Abrahán y dos a Lot y comieron con ellos. (Génesis
18:1-5;
19: 1-3). A Josué se
le apareció un ángel con apariencia de soldado (Josué
5:13-15); A Gedeón se
apareció un ángel con cuerpo humano que desapareció de súbito de su vista (Jueces
6:11-22).
Todas estas criaturas espirituales tenían el poder de materializarse y
desmaterializarse instantáneamente como posiblemente lo hizo Jesús cuando
apareció y desapareció súbitamente en medio de sus apóstoles. Si no fue de esa
manera, ¿qué otra explicación podemos encontrar en la Biblia? Claro, sabemos
que hay muchas teorías humanas que tratan de explicarlo, pero sin ningún
fundamento bíblico.
DOS RAZONES DE
PESO
Pero
si podemos encontrar en la Biblia por lo menos dos razones de peso que nos
lleva a razonar en la imposibilidad de una resurrección corporal de Cristo. Una
tiene que ver con su posición prehumana y la otra y más importante está
relacionada con la salvación de la humanidad. Antes de llegar a ser humano,
Cristo era un espíritu como su Padre (Juan 4:24) Su gloria anterior en el cielo
está registrada en Colosenses 1:15-17 (LBLA) al decir:
“Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en
él fueron creadas todas las cosas, tanto en los cielos como en la tierra,
visibles e invisibles; ya sean tronos o dominios o poderes o autoridades; todo
ha sido creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y
en él todas las cosas permanecen”. De manera que además de ser un
espíritu disfrutaba de una alta posición gloriosa en el cielo. Pero todo cambió
cuando nació como humano, es verdad que fue perfecto, pero en su naturaleza
humana tomó la forma de un esclavo y llegó a ser inferior a los ángeles. (Filipenses 2:7; Hebreos 2:7).
Ahora
a punto de concluir su asignación en la tierra, y de retornar al cielo donde él
pertenecía, le pidió al Padre lo siguiente: “Así que
ahora, Padre, glorifícame al lado de ti mismo con la gloria que tenía al lado
de ti antes que el mundo fuera” (Juan 17:5). Sabemos que su Padre lo
ensalzo a un puesto superior al que tenía antes, una posición muy por encima de todo, incluyendo a
los ángeles (Filipenses 2:9-11; Efesios 1:21; Hebreos 1:4). Aun así, el solo hecho de ser resucitado
con el mismo cuerpo físico [humano] con el que murió (un cuerpo que lo hacía
inferior a los ángeles), aunque fuera un cuerpo glorificado, no sería el mismo
cuerpo espiritual que tenía antes.
Como
se mencionó antes la segunda razón y la más importante es la relación de su
cuerpo humano con la salvación de la humanidad. Este hecho había sido mencionado
proféticamente un poco más de 700 años antes de Cristo venir a la tierra. Dios
inspiró al profeta Isaías para que describiera lo que sucedería con el cuerpo
físico de nuestro Señor. El profeta dice
en Isaías 53:4-6 (NVI): “Ciertamente él cargó con
nuestras enfermedades y soportó nuestros dolores, pero nosotros lo consideramos
herido, golpeado por Dios, y humillado. Él fue traspasado por nuestras
rebeliones, y molido por nuestras iniquidades; sobre él recayó el castigo,
precio de nuestra paz, y gracias a sus heridas fuimos sanados. Todos andábamos
perdidos, como ovejas; cada uno seguía su propio camino, pero el Señor hizo
recaer sobre él la iniquidad de todos nosotros”. Tanto Pablo como Pedro
aplicaron esta profecía a Jesucristo. Pablo escribió en 2 Corintios 5:21 (LBLA):
“Al que no conoció pecado, le hizo pecado por
nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en él”. Por su parte Pedro dijo: “El cargó en su cuerpo con nuestros pecados en el madero de
la cruz, para que, muertos a nuestros pecados, vivamos en ‘santidad’
(justicia). Y sus heridas nos han
sanado”. (1 Pedro 2:24 BLA 2005)
Posiblemente
usted ya captó todo lo que está implicado en la profecía de Isaías explicada
por Pablo y Pedro. El punto clave de esta profecía está en el hecho de que en
el cuerpo humano perfecto de Cristo se echaría todos nuestros pecados en el
madero de la cruz” o con su muerte. ¿De qué manera se cargó en su cuerpo
nuestros pecados? Podemos entenderlo al repasar lo que sucedía el día de
expiación en el antiguo Israel. Cada año en ese día, Jehová perdonaba los
pecados cometidos por el pueblo, haciendo que estos fueron echados
simbólicamente sobre un macho cabrío que después el sumo sacerdote lo ofrecía
como sacrificio propiciatorio de los pecados cometidos por el pueblo durante
ese año. (Levítico
16:15)
Este sacrificio prefiguraba el sacrificio de Cristo. Pablo lo explica de la
siguiente manera: “a quien Dios propuso para ser la
víctima de propiciación en virtud de su sangre por medio de la fe, a fin de
demostrar la justicia que da él mismo perdonando los pecados pasados” (Romanos
3:25 T. Amat). Su cuerpo muerto en la cruz fue un sacrificio de redención, fue
el precio pagado por el rescate de nuestros pecados. (1 Corintios
6:20; 7:23;
Hebreos 9:12; 1 Pedro
1:18,19)
El
propio Cristo en la noche que celebró la Cena con sus apóstoles, dejó claro que
‘entregaría’ su cuerpo a favor de ellos, en Lucas 22:19 dijo: “Después tomó pan y, dando gracias, lo partió y se lo dio
diciendo: “Esto es mi cuerpo, que es entregado por ustedes. Hagan esto en
memoria mía.” (BLA) Su cuerpo humano perfecto fue entregado en
sacrificio en la cruz a cambio del perdón de los pecados y la salvación de
todos los que ejerzan fe en él. Su cuerpo fue dado a cambio de nuestra
salvación, si se le hubiese dado el mismo cuerpo en la resurrección la
redención de nuestros pecados hubiera quedado sin efecto. El apóstol Pedro confirmó
que su muerte y resurrección cumplió con lo estipulado en el arreglo de la
salvación. 1 Pedro 3:18 (DHH 1996) dice: “Porque
Cristo mismo sufrió la muerte por nuestros pecados, una vez para siempre. Él
era inocente, pero sufrió por los malos, para llevarlos a ustedes a Dios. En su
fragilidad humana, murió; pero resucitó con una vida espiritual”. El que
haya resucitado con una vida espiritual puede explicar porque después de su
resurrección no fue reconocido por ninguno de sus discípulos, y el por qué
podía aparecer súbitamente en medio de ellos y desaparecer de la misma manera.
Ahora con relación a los muertos en Cristo podemos preguntarnos; ¿son
levantados ellos con cuerpos espirituales de la misma manera que él?
LA RESURRECCIÓN
DE LOS CRISTIANOS
La
doctrina de la resurrección es muy recurrente tanto en los evangelios como en
los escritos apostólicos. En estos escritos se nos informa tanto del tiempo como
el orden en que se efectuaría. Esto lo podemos ver en 1 Corintios 15:20-23 (LBLA) donde Pablo escribió: “Mas
ahora Cristo ha resucitado de entre los muertos, primicias de los que
durmieron. Porque ya que la muerte entró por un hombre, también
por un hombre vino la resurrección
de los muertos.
Porque así
como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. Pero
cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo
en su venida”. Las
primicias era un
término muy usado entre los judíos con el que designaban los primeros frutos de
la cosecha, indicando que después se recogería el resto del mismo fruto. Pablo
aplicó este término a Cristo para indicar que él fue primero en ser resucitado
de los muertos, y que después les tocaría a todos los que le pertenecen. Esta resurrección
comenzaría durante la venida de Cristo.
Los
cristianos de Tesalónica vivían en expectación constante en la venida del Señor, aguardaban con
mucho entusiasmo su manifestación. Pero la
tristeza había venido sobre ellos debido a que algunos de sus hermanos habían muerto sin ver la venida de Cristo y estaban preocupados por
no saber que sucedería con ellos. De manera que Pablo les escribe para animarlos
con relación a sus hermanos muertos. En 1
Tesalonicenses 4:15-17 (BLA) escribió: “Les damos esto como palabra del Señor: nosotros, los que ahora
vivimos, si todavía estamos con vida cuando venga el Señor, no tendremos
ventaja sobre los que ya han muerto. Cuando se dé la señal por la voz del
arcángel y la trompeta divina, el mismo Señor bajará del cielo. Y primero
resucitarán los que murieron en Cristo. Después nosotros, los vivos, los que
todavía estemos, nos reuniremos con ellos, llevados en las nubes al encuentro
del Señor, allá arriba. Y estaremos con el Señor para siempre”.
De
manera que la revelación dada a Pablo por el Señor parece sugerir un orden en
la resurrección de los cristianos. Primero los que han muerto para el tiempo de
la venida de Cristo, después los que estuvieran vivos serian resucitados a
medida que murieran. Eso es lo que parece sugerir al Pablo decir; ‘primero’
resucitaran los que murieron y ‘después’ los que estemos vivos. El uso del
adverbio “después” denota un tiempo futuro, que aunque puede ser aplicado como
una continuación, también puede indicar más adelante o más tarde. De modo que
apropiadamente no puede establecerse que serían arrebatados o llevados al cielo
inmediatamente o al mismo tiempo que los resucitados. Podemos llegar a un mejor entendimiento de lo
que posiblemente quiso decir Pablo al leer 1 Corintios 15:51,52 (LBLA): “He aquí, os digo un misterio: no todos dormiremos, pero
todos seremos transformados en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la
trompeta final; pues la trompeta sonará y los muertos resucitarán
incorruptibles, y nosotros seremos transformados”. Observemos que este
misterio revelado a Pablo revela que ‘no todos dormiremos [en la muerte], pero
todos seremos transformados en un momento, en un abrir y cerrar de ojos’. Es evidente
que hay un cambio drástico entre antes y después de la venida de Cristo con
relación a la espera de los muertos para ser resucitados. Antes de la venida de
Cristo, los cristianos que murieron tuvieron que dormir por un tiempo antes de
ser resucitados. Después de su venida los que mueran serían transformados o
resucitados en un abrir y cerrar de ojos, es decir que no tendrían que dormir
en la muerte porque el cambio seria instantáneo. De lo que no puede haber duda
es que sin importar el orden de la resurrección todos tienen que ser
transformados como veremos más adelante.
Con la congregación de Corinto Pablo también se vio
en la necesidad de abordar el tema de la resurrección. Pero a diferencia de los
tesalonicenses, algunos de los cristianos corintios habían dejado de creer en
la resurrección (1 Cor. 15:12,13). Al parecer Pablo conocía la razón, porque en
1 Corintios 15:35-38 (BTX) él pregunta: “Pero dirá
alguno: ¿Cómo son resucitados los muertos? ¿Con qué clase de cuerpo vienen?
¡Insensato! Lo que tú siembras no es vivificado si no muere. Y lo que siembras:
No siembras el cuerpo que llegará a ser, sino un grano desnudo, de trigo o de
algún otro; pero Dios le da un cuerpo como él quiso, y a cada una de las
semillas su propio cuerpo”. ¿Como resucitarán los muertos? es la
pregunta clave aquí. Pablo usa una ilustración muy similar a la que fue usada
por Cristo para señalar la necesidad de su muerte. En Juan 12:24 (BLA) Cristo
dijo: “En verdad les digo: Si el grano de trigo no cae
en tierra y muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto”.
Ciertamente
entre la semilla que muere y la planta que surge hay una continuidad pero
transformada de manera diferente. Pablo lo explica más adelante cuando les
dice: “Así también es la resurrección de los muertos: Se siembra en
corrupción, resucita en incorrupción; 43 se siembra en humillación,
resucita en gloria; se siembra en debilidad, resucita con poder; 44
se siembra cuerpo animal, resucita cuerpo espiritual. Si hay cuerpo animal, hay
también espiritual. 45 Así también está escrito: El primer hombre,
Adán, fue hecho un ser viviente; el postrer Adán, un espíritu vivificante. 46
Pero no es primero lo espiritual, sino lo físico; luego, lo espiritual. 47
El primer hombre, sacado de la tierra, es terrenal; el segundo Hombre, venido
del cielo. 48 Como el terrenal, así también los terrenales, y como
el celestial, así también los celestiales. 49 Y así como exhibimos
la imagen del terrenal, exhibiremos también la imagen del celestial. 50
Pero esto digo, hermanos: La carne y la sangre no pueden heredar el reino de
Dios; ni la corrupción hereda la incorrupción. 51 He aquí, os digo
un misterio: No todos dormiremos, pero todos seremos transformados” (1 Cor. 15:42-51
BTX). De la misma manera que hay cuerpos físicos visibles y palpables, los hay
espirituales que son invisibles y están fuera del alcance de los sentidos
humanos.
Dado
que el cuerpo humano no tiene la naturaleza necesaria para una vida celestial,
tiene que haber un cambio del cuerpo terrenal a uno espiritual. Esa es la enseñanza
que Pablo expresa de manera clara, la necesidad de una transformación del
cuerpo material a uno espiritual a la imagen de Cristo, el apropiado para vivir
en el cielo. (Rom. 8:29; 1 Cor. 15:49; 1 Juan 3:2) Esta transformación ocurre entre
la muerte y la resurrección de la persona. Se puede ver por la ilustración de
Pablo, que la transformación solo afecta al cuerpo no al individuo. La identidad que caracterizaba a la persona
durante su vida se retiene en el cuerpo espiritual que se le da. Si no fuera de
esa manera, la resurrección perdería su sentido de un levantamiento de la
persona a la vida de nuevo. Hasta Cristo al ser resucitado mantuvo su identidad
como humano (Heb. 4:14,
15).
Las evidencias en las Escrituras no deja duda que todos los que estarán con
Cristo en los cielos tienen que morir y ser resucitados. (Rom. 6:5;
1 Cor. 6:14;
15:22;
2 Cor. 4:14;
Filip. 3:10,
11)
Otra
evidencia disponible en las Escrituras que prueba que la resurrección de los que
pertenecen a Cristo es espiritual la tenemos en la respuesta de Cristo a los
Saduceos. Los Saduceos para probar que la resurrección no era posible, en una
conversación con Cristo apelaron a la ley del matrimonio de levirato, en el
cual una mujer viuda que no ha tenido hijos se debe casar con uno de los
hermanos de su fallecido esposo para continuar la línea sucesoria y la
descendencia familiar. El planteamiento de ellos era que esta mujer había
quedado viuda de los siete hermanos y ella misma murió, por lo que la pregunta
fue: por tanto, en la resurrección, ¿de cuál de ellos será mujer? La respuesta
de Cristo aparece en Lucas 20:34-36 (DHH) y dice: “Jesús
les contestó: En la vida presente, los hombres y las mujeres se casan; 35
pero aquellos que Dios juzgue que merecen gozar de la vida venidera y
resucitar, sean hombres o mujeres, ya no se casarán, 36 porque ya no
pueden morir. Pues serán como los ángeles, y serán hijos de Dios por haber
resucitado.” Los resucitados son como los
ángeles dijo Cristo, y ¿cómo son los ángeles? son espíritus (Salmo 104:4; Hebreos 1:7) Por otro lado
la declaración de Jesús no parece significar que los resucitados no reconocerán
a sus familiares y amigos en el cielo. Simplemente denota que no debemos pensar
del cielo como una extensión de la vida que ya conocemos. Los resucitados dejan
de pertenecer al mundo terrenal, por lo que las relaciones matrimoniales se
diluyen con la muerte (Rom.7:2).
CONCLUSIÓN
Como
se mencionó antes, en el Antiguo Testamento aparece registrada tres
resurrecciones y cinco en el Nuevo Testamento de personas que siguieron
viviendo corporalmente en la tierra. Sin embargo no aparece ni una sola vez en
toda la Biblia la esperanza de una resurrección terrenal. Es el caso que en el
Antiguo Testamento no aparece la palabra resurrección aunque si nos lleva a
pensar que tal idea aparece varias veces. En contraste en el Nuevo Testamento
aparece alrededor de 50 veces y unas 30 veces levantado entre los muertos. Los
testigos de Jehová señalan que Job creía en la resurrección, pero eso lo logran
sacando de contexto sus palabras. Un examen de Job 14:12-15 muestra lo
contrario, de acuerdo con este pasaje él pensaba que volver a vivir no era
posible, pero deseaba que lo fuera. Sin embargo en el libro de Isaías 25:8 y
26:9 sí aparece la idea de una resurrección al decir: “Él
eliminará la muerte para siempre…” “Tus muertos vivirán. Mis cadáveres
se levantarán”. También en Daniel 12:2 dice: “Muchos de los que están dormidos en el polvo de la tierra
se despertarán, algunos para vida eterna y otros para humillación y desprecio
eterno”. Y en cuanto al propio Daniel el versículo trece agrega: “En cuanto a ti, sigue adelante hasta el fin. Descansarás,
pero al fin de los días te levantarás para recibir tu parte”. También en Oseas 13:14 se dice: “Yo los
rescataré del poder de la tumba; los reclamaré de la muerte”. Aunque
todas estas referencias señalaran a una resurrección futura, ninguna indica dónde
vivirían al ser levantado de la muerte.
Otro
ejemplo de manipulación de parte de los testigos de Jehová está en la
conversación que Cristo tuvo con Marta antes de resucitar a su hermano Lázaro.
Las Escrituras dicen de esta manera: “Jesús le dijo:
“Tu hermano se levantará”. 24 Marta le respondió: “Yo sé
que se levantará en la resurrección, en el último día”. (Juan 11:23, 24 Pero
en la Atalaya 1/11/1979 pág. 16 párr. 3 enseñan lo siguiente: “Marta estaba pensando en una resurrección de todos los
muertos humanos a la vida de nuevo aquí en la Tierra bajo el reino de Dios por
medio de Su Mesías, o Cristo”. ¿Cómo pueden tener
la presunción de saber lo que Marta estaba pensando sin mostrar la fuente
bíblica que lo diga? Marta
solo dijo “Yo sé que se levantará en la resurrección, en el último día” y
punto.
En
el párrafo 5 de la misma Atalaya hablando sobre la resurrección de Abrahán
agregan: “De modo que Abrahán tenía fe en la
resurrección venidera de los muertos humanos bajo el reino del Cristo”. Solo hay una cita bíblica hecha por Pablo que dice sobre la fe de
Abrahán en la resurrección, Esta dice: “Pero él llegó
a la conclusión de que Dios podía levantarlo incluso de entre los muertos, y en
efecto lo recibió de entre los muertos de manera simbólica”. (Heb.
11:19). Como vemos no se dice nada sobre la supuesta fe de Abrahán en la
resurrección terrestre del resto de la humanidad.
Además, Cristo parece situar a Abrahán y
otros en el cielo. En el pasaje que leeremos a continuación, Cristo establece un
contraste entre el destino de los que tienen y no tienen fe. Leamos Mateo 8: 5-12:
“Cuando entró en Capernaúm, se le acercó un oficial
del ejército suplicándole ayuda. 6 Le dijo: “Señor, mi
siervo tiene parálisis. Está acostado en la casa sufriendo muchísimo”. 7 Él
le dijo: “Cuando llegue allá, lo curaré”. 8 Pero el
oficial del ejército le respondió: “Señor, no merezco que entres bajo mi
techo. Simplemente da la orden y mi siervo se curará. 9 Porque
yo también obedezco órdenes y doy órdenes a los soldados que están bajo mi
mando. A uno le digo ‘¡Vete!’ y se va, y a otro le digo ‘¡Ven!’ y viene, y a mi
esclavo le digo ‘¡Haz esto!’ y lo hace”. 10 Al oír eso,
Jesús se quedó asombrado y les dijo a los que lo seguían: “Les aseguro que
no he encontrado a nadie en Israel que tenga una fe tan grande. 11 Les
digo que muchos vendrán del este y del oeste y se sentarán a la mesa con
Abrahán, Isaac y Jacob en el Reino de los cielos, 12 mientras
que los hijos del Reino serán echados afuera, a la oscuridad. Ahí es donde
llorarán y apretarán los dientes”.
Este
oficial romano era despreciado por los judíos por ser un gentil. Sin embargo la
fe de aquel hombre maravilló a Jesús y al mismo tiempo
sacó a relucir la hipocresía de la mayoría de los judíos que eran los hijos del
Reino’. Cristo aprovechó esta circunstancia para sacar a relucir las implicaciones del contraste entre los que ejercen fe y
los que no lo hacen en relación con el destino futuro de ambos grupos. Muchos como
este gentil romano vendrían del oriente y del occidente, es decir de toda la
tierra y se sentarían en la mesa en “el Reino de los cielos” con Abrahán, Isaac
y Jacob. Mientras los que no ejercieran fe, aunque fueran los hijos del reino,
serian excluidos de tal cena. Notemos que Cristo sitúa esta reunión en el cielo
no en la tierra y gramaticalmente entendemos que eso fue lo que quiso decir. En todos los
evangelios la expresión “el Reino de los cielos” es usada para identificar un
lugar único en los cielos.
También
apóstol Pablo parece ubicar la residencia permanente de Abrahán y otros siervos
fieles del pasado en el cielo. En Hebreos 11:13-16 él escribió: “En fe murieron todos estos, aunque no consiguieron [el
cumplimiento de] las promesas, pero las vieron desde lejos y las acogieron, y
declararon públicamente que eran extraños y residentes temporales en la tierra.
14 Porque los que dicen tales cosas evidencian que
buscan solícitamente un lugar suyo propio. 15 Y sin
embargo, si verdaderamente hubieran seguido acordándose de aquel [lugar] de donde
habían salido, habrían tenido la oportunidad de volver. 16 Pero
ahora procuran alcanzar un [lugar] mejor, es decir, uno que pertenece al cielo.
Por lo tanto, Dios no se avergüenza de ellos, de ser invocado como su Dios,
porque les tiene lista una ciudad”. Las dos
expresiones que se resaltan en las palabras de Pablo son “un lugar que
pertenece
al cielo” y “una ciudad lista para ellos”. La primera no tiene discusión y
sobre la ciudad que Dios tiene lista parece identificarse más adelante en el
versículo 22 donde Pablo continúa diciendo: “Mas
ustedes se han acercado a un monte Sión y a una ciudad de[l] Dios vivo, a
Jerusalén celestial, y a miríadas de ángeles”. ¿A qué otra ciudad
pudiera haberse referido Pablo? Es verdad que ellos no tenían la promesa clara de
un lugar celestial como nosotros, pero Dios se deleitó
en su fe y, por medio de Jesucristo les ha preparado una ciudad (la Jerusalén
celestial).
Es llamativo que aunque Cristo
dijo que habría resurrección de justos como de injustos, el Nuevo Testamento
solo nos informa de la resurrección de los justos o de los que Pablo llamó los
que pertenecen a Cristo que vivirían en el cielo (Juan 5:28, 29; 1 Cor.15:22, 23).
No estoy diciendo que una resurrección terrenal no pueda suceder, si es la
voluntad de Dios se hará, pero no está revelado en las Escrituras. Por ahora
todo lo que ha sido declarado sobre la muerte y la vida ha sido declarado por
Cristo (2 Tim.2:10). Por tanto todo lo que se
diga de más sobre una resurrección terrenal como lo ha hecho y lo sigue
haciendo los testigos de Jehová en sus publicaciones es pura especulación. Es
ir más allá de lo que está escrito y el hacerlo dice las Escrituras que puede llegar
a ser malditos por Dios. (1 Cor. 4:6; Gál.1:8, 9)
·
Todas las referencias bíblicas
son tomadas de la traducción del Nuevo
Mundo sino se aclara lo contrario.
Otras versiones citadas son:
BLA: Biblia Latinoamericana
DHH: Dios
Habla Hoy
BTX: Biblia textual
LBLA: La Biblia de las Américas
NVI: Nueva Versión Internacional
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