¿Qué enseña la Biblia sobre la resurrección de los muertos?



De acuerdo con el Diccionario Expositivo de W. E. Vine, la palabra resurrección se vierte de la palabra griega anastasis (νάστασις) que significa un levantamiento (ana, arriba, y jistemi, poner en pie). Esta es la palabra que se usa para resurrección por alrededor de 50 veces en las Escrituras Griegas Cristianas.
Sobre la resurrección hay muchos mitos y creencias diferentes, pero casi toda religión llamada cristiana cree en la resurrección corporal con destino celestial. Debo decir que los testigos de Jehová creen en dos clases de resurrecciones, una resurrección corporal para los que vivirán en la tierra y una en espíritu para un selecto grupo de 144.000 escogidos que vivirán en el cielo. A continuación se presentará un análisis literal, contextual y racional de lo que dice la Biblia sobre la resurrección de los muertos.

RESURRECCIONES EN LA BIBLIA

En el Antiguo Testamento se alista varias resurrecciones efectuadas por los profetas Elías y Eliseo (1 Reyes 17:17-23; 2 Reyes 4:31-37; 13:20,21). Naturalmente estas fueron resurrecciones donde los que fueron levantados de la muerte siguieron viviendo una vida normal hasta que murieron nuevamente, pero fueron realidades confirmadas por testigos. Jesucristo también levantó muertos a la vida durante su estancia en la tierra. Se registra la de la hija de Jairo el presidente de la sinagoga y el hijo de la viuda de la ciudad de Naín. (Marcos 5:38-41; Lucas 7:11-17) Y la más conocida fue la de su amigo Lázaro, quien llevaba cuatro días de estar muerto y enterrado. (Juan 11:38-44) Más adelante se registran dos resurrecciones adicionales, la de Dorcas ejecutada por Pedro, y la de Eutico por Pablo. ((Hechos 9:36-42; 20:7-12) En todas estas al igual que las realizadas por Elías y Eliseo los que fueron resucitados siguieron viviendo sus vidas hasta que murieron por segunda vez. Han pasado casi 20 siglos después que murieron tanto los que realizaron las últimas resurrecciones como los que fueron resucitados, de manera que surgen las preguntas: ¿Qué base da la Biblia para la resurrección? ¿Qué dice ella sobre la resurrección de Cristo? ¿Quiénes resucitarán, cuándo y dónde vivirán? ¿Se resucita en cuerpo físico o espiritual?

LA BASE DE LA RESURRECCIÓN

La esperanza en la resurrección está garantizada por el propio Hijo de Dios, quien dijo: “… Yo soy la resurrección y la vida. El que ejerce fe en mí, aunque muera, llegará a vivir”. (Juan 11:25) También habló sobre su alcance en el evangelio de Juan 5:28,29 (NVI): “No se asombren de esto, porque viene la hora en que todos los que están en los sepulcros oirán su voz, y saldrán de allí. Los que han hecho el bien resucitarán para tener vida, pero los que han practicado el mal resucitarán para ser juzgados”. Pablo se refiere a ella, como la resurrección de los justos e injustos (Hechos 24:15). La base de la resurrección la establece el propio Dios al resucitar a su Hijo de entre los muertos (Hechos 17:31). Por lo que no debe extrañar que la resurrección de Cristo fuera un tema presente en la predicación de los apóstoles. (Hechos 2:24, 32; 3:15, 26; 4:10; 5:30; 10:40; 13:30;17:3, 31; 26:8) Si somos de las personas que profesamos ser cristianos, seguramente queremos saber todo lo que la Biblia habla sobre la resurrección y en particular sobre la resurrección de Cristo y de qué manera nos afecta a nosotros.  

LA RESURRECCIÓN DE CRISTO

Jesús murió a una hora avanzada del viernes 14 de Nisán del año 33 E.C. Por lo que los preparativos fúnebres no podían hacerse hasta el domingo, ya que el sábado era día de descanso judío. Las mujeres que servían a Jesús fueron las primeras en llegar muy temprano el domingo, pero el cuerpo del Señor no estaba en el sepulcro como ellas esperaban. (Lucas 23:54-56; 24:1-3). Aunque ellas no lo sabían, él había sido resucitado. El registro bíblico alista varias apariciones de Cristo resucitado a los suyos. ¿Pudieran estas arrojar alguna luz que nos ayude a determinar en qué forma fue resucitado Cristo, si en carne o en espíritu? Analicemos cada una de ellas.

La primera aparición fue a María Magdalena. ¿Quién fue esta mujer? En el relato de Lucas 8:1-3 se puede ver que ella era una de las discípulas destacadas que acompañaban siempre a Cristo junto con los doce apóstoles. Posiblemente lo estuvo haciendo por alrededor de dos años antes de morir Cristo por lo que lo conocía muy bien.  El relato de lo que sucedió en esta primera aparición se encuentra en Juan 20:11-16 (DHH) que dice: “María se quedó afuera, junto al sepulcro, llorando. Y llorando como estaba, se agachó para mirar dentro, 12 y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús; uno a la cabecera y otro a los pies. 13 Los ángeles le preguntaron: Mujer, ¿por qué lloras? Ella les dijo: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde lo han puesto. 14 Apenas dijo esto, volvió la cara y vio allí a Jesús, pero no sabía que era él. 15 Jesús le preguntó: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el que cuidaba el huerto, le dijo: Señor, si usted se lo ha llevado, dígame dónde lo ha puesto, para que yo vaya a buscarlo. 16 Jesús entonces le dijo: ¡María! Ella se volvió y le dijo en hebreo:  ¡Rabuni! (que quiere decir: “Maestro”).

Al leer el relato la primera pregunta que nos viene a la mente es, ¿cómo es posible que no haya reconocido a su Maestro al confundirlo con el jardinero?  ¿Sería porque él estaba vestido diferente o porque las lágrimas no le permitían a ella ver bien, como dicen algunos comentaristas bíblicos? Obviamente estas razones no son nada convincentes. Una cosa si es segura, aquel hombre al que ella confundió con el jardinero era un desconocido para ella, sin embargo era el Cristo resucitado. Hay que señalar que la voz del Señor tampoco le llegó a ser familiar, solo cuando la llamó “¡María!” fue que ella reconoció que era su Maestro.

La segunda aparición fue ese mismo día, fue a dos de sus discípulos que iban de regreso a la ciudad de Emaús, está narrada en Lucas 24:13-32 (BLA): “Aquel mismo día dos discípulos se dirigían a un pueblecito llamado Emaús, que está a unos doce kilómetros de Jerusalén, 14 e iban conversando sobre todo lo que había ocurrido. 15 Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se les acercó y se puso a caminar con ellos, 16 pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran. 17 él les dijo: "¿De qué van discutiendo por el camino?" Se detuvieron, y parecían muy desanimados. 18 Uno de ellos, llamado Cleofás, le contestó: "¿Cómo? ¿Eres tú el único peregrino en Jerusalén que no está enterado de lo que ha pasado aquí estos días?" 19 ¿Qué pasó?, les preguntó. Le contestaron: "¡Todo el asunto de Jesús Nazareno! "Era un profeta poderoso en obras y palabras, reconocido por Dios y por todo el pueblo. 20 Pero nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes renegaron de él, lo hicieron condenar a muerte y clavar en la cruz. 21 Nosotros pensábamos que él sería el que debía libertar a Israel. Pero todo está hecho, y ya van dos días que sucedieron estas cosas. 22 En realidad, algunas mujeres de nuestro grupo nos han inquietado, 23 pues fueron muy de mañana al sepulcro y, al no hallar su cuerpo, volvieron hablando de una aparición de ángeles que decían que estaba vivo. 24 Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y hallaron todo tal como habían dicho las mujeres, pero a él no lo vieron. 25 Entonces él les dijo: "¡Qué poco entienden ustedes y qué lentos son sus corazones para creer todo lo que anunciaron los profetas!" 26 ¿No tenía que ser así y que el Mesías padeciera para entrar en su gloria?" 27 Y les interpretó lo que se decía de él en todas las Escrituras, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas. 28 Al llegar cerca del pueblo al que iban, hizo como que quisiera seguir adelante, 29 pero ellos le insistieron diciendo: "Quédate con nosotros, ya está cayendo la tarde y se termina el día. Entró, pues, para quedarse con ellos. 30 Y mientras estaba en la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. 31 En ese momento se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él desapareció”.

No sabemos si el Señor hizo todo el viaje con ellos, pero lo cierto fue que ellos no lo reconocieron al igual que María Magdalena. Pensaron que era un forastero en Jerusalén. Solo cuando tomó el pan, lo bendijo, lo partió y empezó a dárselo fue que ellos lo reconocieron. Se sabe que ellos no tuvieron en la Cena con Cristo, pero quizás estaban cuando Cristo alimentó milagrosamente a miles (Mateo 14:19; 15:36). Es muy probable que de ahí les vino el recuerdo de cuando Jesús bendijo el pan y empezó a distribuirlo. Pero es importante notar la diferencia que hay entre el versículo 15 y el 31, en el primero dice que Cristo se les acercó, posiblemente caminando, pero en el 31 dice que él desapareció, indicando que fue de manera súbita.

Las próximas tres apariciones fue a sus apóstoles. En la primera curiosamente están presentes los dos discípulos de Emaús, ellos están allí contándoles a los apóstoles su experiencia con el Señor. La reunión se describe en Lucas 24:35-43 (DHH): Entonces ellos dos les contaron lo que les había pasado en el camino, y cómo reconocieron a Jesús cuando partió el pan. 36 Estaban todavía hablando de estas cosas, cuando Jesús se puso en medio de ellos y los saludó diciendo: Paz a ustedes. 37 Ellos se asustaron mucho, pensando que estaban viendo un espíritu. 38Pero Jesús les dijo: ¿Por qué están asustados? ¿Por qué tienen esas dudas en su corazón? 39 Miren mis manos y mis pies. Soy yo mismo. Tóquenme y vean: un espíritu no tiene carne ni huesos, como ustedes ven que tengo yo. 40  Al decirles esto, les enseñó las manos y los pies. 41  Pero como ellos no acababan de creerlo, a causa de la alegría y el asombro que sentían, Jesús les preguntó: ¿Tienen aquí algo que comer? 42 Le dieron un pedazo de pescado asado, 43 y él lo aceptó y lo comió en su presencia”.

Aquí hay aspectos interesantes en este pasaje. Aquí se está tratando de personas que convivieron con Cristo por más de tres años. Lo normal en este caso hubiera sido que al verlo nuevamente y vivo le dieran una gozosa bienvenida, pero contrariamente se quedaron aterrorizados al verlo porque creyeron que era un espíritu. No era para menos, ya que no se acercó a ellos caminando sino que apareció de súbito en medio de ellos. Aparentemente no era un espíritu porque tenía carne y huesos, incluso les enseñó las heridas de las manos y los pies y los invitó a que lo tocaran para que salieran de dudas y finalmente comió delante de ellos. Aun así surge una interrogante, si resucitó con el mismo cuerpo que murió ¿por qué no lo reconocieron? Observemos que Lucas no menciona que los dos discípulos de Emaús que estaban allí reunidos y habían estado con Cristo resucitado poco tiempo antes lo reconocieran, ellos también estaban aterrados. Hasta ahora todo parece muy confuso.

En esta aparición Tomás no estaba, Cuando los demás apóstoles le contaron que habían visto al Señor, él contestó: "“A menos que vea en sus manos la marca de los clavos y meta mi dedo en la herida de los clavos y meta mi mano en su costado, jamás lo voy a creer”. (Juan 20:25) Leamos en Juan 20:26-29 la segunda aparición a sus apóstoles incluyendo a Tomás: “Ahora bien, ocho días después, sus discípulos estaban dentro otra vez, y Tomás con ellos. Jesús vino, aunque las puertas estaban aseguradas con cerradura, y estuvo de pie en medio de ellos y dijo: “Tengan paz”. Dijo entonces a Tomás: “Pon tu dedo aquí, y ve mis manos, y toma tu mano y métela en mi costado, y deja de ser incrédulo, y hazte creyente”. En contestación, Tomás le dijo: “¡Mi Señor y mi Dios!”. Jesús le dijo: “¿Porque me has visto has creído? Felices son los que no ven y sin embargo creen”.

En este relato aparece un detalle nuevo, aunque Jesús volvió aparecerse en medio de ellos de manera instantánea como la vez anterior, Juan incluyó el hecho de que las puertas estaban cerradas con llave. Pasar a través de puertas o paredes es imposible para un cuerpo humano. Juan no dice nada de que ahora se hayan asustados, pero evidentemente no era el Cristo humano que había conocido Tomás. De ser así no tendría sentido de probar que era realmente el Cristo pidiéndole que metiera su mano en el costado de su cuerpo.

Posiblemente la última aparición registrada a sus discípulos aparece en Juan 21:1-14. Fue junto al mar de Tiberíades, siete de sus discípulos estaban pescando cuando ya justo estaba amaneciendo. Leamos los versículos 5-7: “Entonces Jesús les dijo: “Niñitos, no tienen nada de comer, ¿verdad?”. Le contestaron: “¡No!”. 6 Él les dijo: “Echen la red al lado derecho de la barca, y hallarán”. Entonces la echaron, pero ya no podían sacarla a causa de la multitud de peces. 7 Por lo tanto, aquel discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro: “¡Es el Señor!”. Entonces Simón Pedro, al oír que era el Señor, se ciñó su prenda de vestir de encima, porque estaba desnudo, y se lanzó al mar”. Es cierto que estaba amaneciendo cuando Jesús se presentó, y es muy posible que estuvieran pescando un poco alejado de la orilla y no podían distinguirlo bien. Pero Cristo les habló dos veces en voz alta y tampoco reconocieron su voz. ¿Olvidaríamos la voz de alguien con quien convivimos día a día por más de tres años? ¡Imposible! Solo reconocieron que era el Señor por el milagro, no por su apariencia ni por su voz.

Resumiendo sus apariciones: María Magdalena lo confundió con el hortelano y solo lo reconoció por la manera que dijo su nombre. Los dos discípulos de Emaús pensaron que era un forastero y supieron que era él cuando bendijo el pan y se los dio. A los apóstoles les dio mucho miedo creyendo que era un espíritu o fantasma por lo que él les dijo que lo tocaran y vieran sus heridas. Tomás solo creería si metía sus manos en las heridas de Jesús aunque no sabemos si llegó a hacerlo. Y en el Tiberíades tampoco lo reconocieron, solo por el milagro de los peces. Preguntémonos, ¿qué explicación bíblicamente razonable pudiera ayudarnos a entender por qué nadie de las amigas y amigos cercanos de Cristo no reconocieron ni su apariencia física ni su voz después de haber resucitado? Es imposible olvidar el rostro y la voz de alguien cercano después de solo 3 o 4 días de ausencia.

No hay duda de que después de su muerte, Jesús siempre se apareció a todos ellos con un cuerpo visible de carne y hueso que podía alimentarse como cualquier humano, pero evidentemente no era el mismo cuerpo antes de morir. Por otra parte, si Cristo hubiese resucitado en espíritu, ¿cómo hubiera hecho posible presentarse a ellos visiblemente? La única manera demostrable con la Biblia es lo que se conoce como la materialización, es decir hacer que algo que no es material se haga una realidad perceptible para otros como puede ser tomar forma humana. Si Cristo lo hizo, parece haber tomado cuerpos diferentes en cada ocasión, de cualquier manera no fue nada nuevo. Hay muchos casos registrados en la Biblia de ángeles que lo hicieron en el pasado. No solo tomaban forma humana también podían actual como tales. Consideremos algunos ejemplos; tenemos el caso de los ángeles desobedientes en los días de Noé, con su cuerpo materializado pudieron engendrar hijos con las mujeres de aquel tiempo. (Genesis 6:1-4; Judas 6) Tres ángeles se aparecieron a Abrahán y dos a Lot y comieron con ellos. (Génesis 18:1-5; 19: 1-3). A Josué se le apareció un ángel con apariencia de soldado (Josué 5:13-15); A Gedeón se apareció un ángel con cuerpo humano que desapareció de súbito de su vista (Jueces 6:11-22). Todas estas criaturas espirituales tenían el poder de materializarse y desmaterializarse instantáneamente como posiblemente lo hizo Jesús cuando apareció y desapareció súbitamente en medio de sus apóstoles. Si no fue de esa manera, ¿qué otra explicación podemos encontrar en la Biblia? Claro, sabemos que hay muchas teorías humanas que tratan de explicarlo, pero sin ningún fundamento bíblico.
    
DOS RAZONES DE PESO

Pero si podemos encontrar en la Biblia por lo menos dos razones de peso que nos lleva a razonar en la imposibilidad de una resurrección corporal de Cristo. Una tiene que ver con su posición prehumana y la otra y más importante está relacionada con la salvación de la humanidad. Antes de llegar a ser humano, Cristo era un espíritu como su Padre (Juan 4:24) Su gloria anterior en el cielo está registrada en Colosenses 1:15-17 (LBLA) al decir: “Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, tanto en los cielos como en la tierra, visibles e invisibles; ya sean tronos o dominios o poderes o autoridades; todo ha sido creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y en él todas las cosas permanecen”. De manera que además de ser un espíritu disfrutaba de una alta posición gloriosa en el cielo. Pero todo cambió cuando nació como humano, es verdad que fue perfecto, pero en su naturaleza humana tomó la forma de un esclavo y llegó a ser inferior a los ángeles. (Filipenses 2:7; Hebreos 2:7).

Ahora a punto de concluir su asignación en la tierra, y de retornar al cielo donde él pertenecía, le pidió al Padre lo siguiente: “Así que ahora, Padre, glorifícame al lado de ti mismo con la gloria que tenía al lado de ti antes que el mundo fuera” (Juan 17:5). Sabemos que su Padre lo ensalzo a un puesto superior al que tenía antes, una  posición muy por encima de todo, incluyendo a los ángeles (Filipenses 2:9-11; Efesios 1:21; Hebreos 1:4). Aun así, el solo hecho de ser resucitado con el mismo cuerpo físico [humano] con el que murió (un cuerpo que lo hacía inferior a los ángeles), aunque fuera un cuerpo glorificado, no sería el mismo cuerpo espiritual que tenía antes.

Como se mencionó antes la segunda razón y la más importante es la relación de su cuerpo humano con la salvación de la humanidad. Este hecho había sido mencionado proféticamente un poco más de 700 años antes de Cristo venir a la tierra. Dios inspiró al profeta Isaías para que describiera lo que sucedería con el cuerpo físico de nuestro Señor.  El profeta dice en Isaías 53:4-6 (NVI): “Ciertamente él cargó con nuestras enfermedades y soportó nuestros dolores, pero nosotros lo consideramos herido, golpeado por Dios, y humillado. Él fue traspasado por nuestras rebeliones, y molido por nuestras iniquidades; sobre él recayó el castigo, precio de nuestra paz, y gracias a sus heridas fuimos sanados. Todos andábamos perdidos, como ovejas; cada uno seguía su propio camino, pero el Señor hizo recaer sobre él la iniquidad de todos nosotros”. Tanto Pablo como Pedro aplicaron esta profecía a Jesucristo. Pablo escribió en 2 Corintios 5:21 (LBLA): “Al que no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en él”.  Por su parte Pedro dijo: “El cargó en su cuerpo con nuestros pecados en el madero de la cruz, para que, muertos a nuestros pecados, vivamos en ‘santidad’ (justicia). Y   sus heridas nos han sanado”. (1 Pedro 2:24 BLA 2005)

Posiblemente usted ya captó todo lo que está implicado en la profecía de Isaías explicada por Pablo y Pedro. El punto clave de esta profecía está en el hecho de que en el cuerpo humano perfecto de Cristo se echaría todos nuestros pecados en el madero de la cruz” o con su muerte. ¿De qué manera se cargó en su cuerpo nuestros pecados? Podemos entenderlo al repasar lo que sucedía el día de expiación en el antiguo Israel. Cada año en ese día, Jehová perdonaba los pecados cometidos por el pueblo, haciendo que estos fueron echados simbólicamente sobre un macho cabrío que después el sumo sacerdote lo ofrecía como sacrificio propiciatorio de los pecados cometidos por el pueblo durante ese año. (Levítico 16:15) Este sacrificio prefiguraba el sacrificio de Cristo. Pablo lo explica de la siguiente manera: “a quien Dios propuso para ser la víctima de propiciación en virtud de su sangre por medio de la fe, a fin de demostrar la justicia que da él mismo perdonando los pecados pasados” (Romanos 3:25 T. Amat). Su cuerpo muerto en la cruz fue un sacrificio de redención, fue el precio pagado por el rescate de nuestros pecados. (1 Corintios 6:20; 7:23; Hebreos 9:12; 1 Pedro 1:18,19)

El propio Cristo en la noche que celebró la Cena con sus apóstoles, dejó claro que ‘entregaría’ su cuerpo a favor de ellos, en Lucas 22:19 dijo: “Después tomó pan y, dando gracias, lo partió y se lo dio diciendo: “Esto es mi cuerpo, que es entregado por ustedes. Hagan esto en memoria mía.” (BLA) Su cuerpo humano perfecto fue entregado en sacrificio en la cruz a cambio del perdón de los pecados y la salvación de todos los que ejerzan fe en él. Su cuerpo fue dado a cambio de nuestra salvación, si se le hubiese dado el mismo cuerpo en la resurrección la redención de nuestros pecados hubiera quedado sin efecto. El apóstol Pedro confirmó que su muerte y resurrección cumplió con lo estipulado en el arreglo de la salvación. 1 Pedro 3:18 (DHH 1996) dice: “Porque Cristo mismo sufrió la muerte por nuestros pecados, una vez para siempre. Él era inocente, pero sufrió por los malos, para llevarlos a ustedes a Dios. En su fragilidad humana, murió; pero resucitó con una vida espiritual”. El que haya resucitado con una vida espiritual puede explicar porque después de su resurrección no fue reconocido por ninguno de sus discípulos, y el por qué podía aparecer súbitamente en medio de ellos y desaparecer de la misma manera. Ahora con relación a los muertos en Cristo podemos preguntarnos; ¿son levantados ellos con cuerpos espirituales de la misma manera que él? 

LA RESURRECCIÓN DE LOS CRISTIANOS

La doctrina de la resurrección es muy recurrente tanto en los evangelios como en los escritos apostólicos. En estos escritos se nos informa tanto del tiempo como el orden en que se efectuaría. Esto lo podemos ver en 1 Corintios 15:20-23 (LBLA) donde Pablo escribió: “Mas ahora Cristo ha resucitado de entre los muertos, primicias de los que durmieron. Porque ya que la muerte entró por un hombre, también por un hombre vino la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo en su venida”. Las primicias era un término muy usado entre los judíos con el que designaban los primeros frutos de la cosecha, indicando que después se recogería el resto del mismo fruto. Pablo aplicó este término a Cristo para indicar que él fue primero en ser resucitado de los muertos, y que después les tocaría a todos los que le pertenecen. Esta resurrección comenzaría durante la venida de Cristo.

Los cristianos de Tesalónica vivían en expectación constante en la venida del Señor, aguardaban con mucho entusiasmo su manifestación.  Pero la tristeza había venido sobre ellos debido a que algunos de sus hermanos habían muerto sin ver la venida de Cristo y estaban preocupados por no saber que sucedería con ellos. De manera que Pablo les escribe para animarlos con relación a sus hermanos muertos.  En 1 Tesalonicenses 4:15-17 (BLA) escribió: Les damos esto como palabra del Señor: nosotros, los que ahora vivimos, si todavía estamos con vida cuando venga el Señor, no tendremos ventaja sobre los que ya han muerto. Cuando se dé la señal por la voz del arcángel y la trompeta divina, el mismo Señor bajará del cielo. Y primero resucitarán los que murieron en Cristo. Después nosotros, los vivos, los que todavía estemos, nos reuniremos con ellos, llevados en las nubes al encuentro del Señor, allá arriba. Y estaremos con el Señor para siempre”.

De manera que la revelación dada a Pablo por el Señor parece sugerir un orden en la resurrección de los cristianos. Primero los que han muerto para el tiempo de la venida de Cristo, después los que estuvieran vivos serian resucitados a medida que murieran. Eso es lo que parece sugerir al Pablo decir; ‘primero’ resucitaran los que murieron y ‘después’ los que estemos vivos. El uso del adverbio “después” denota un tiempo futuro, que aunque puede ser aplicado como una continuación, también puede indicar más adelante o más tarde. De modo que apropiadamente no puede establecerse que serían arrebatados o llevados al cielo inmediatamente o al mismo tiempo que los resucitados.  Podemos llegar a un mejor entendimiento de lo que posiblemente quiso decir Pablo al leer 1 Corintios 15:51,52 (LBLA): “He aquí, os digo un misterio: no todos dormiremos, pero todos seremos transformados en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la trompeta final; pues la trompeta sonará y los muertos resucitarán incorruptibles, y nosotros seremos transformados”. Observemos que este misterio revelado a Pablo revela que ‘no todos dormiremos [en la muerte], pero todos seremos transformados en un momento, en un abrir y cerrar de ojos’. Es evidente que hay un cambio drástico entre antes y después de la venida de Cristo con relación a la espera de los muertos para ser resucitados. Antes de la venida de Cristo, los cristianos que murieron tuvieron que dormir por un tiempo antes de ser resucitados. Después de su venida los que mueran serían transformados o resucitados en un abrir y cerrar de ojos, es decir que no tendrían que dormir en la muerte porque el cambio seria instantáneo. De lo que no puede haber duda es que sin importar el orden de la resurrección todos tienen que ser transformados como veremos más adelante.

Con la congregación de Corinto Pablo también se vio en la necesidad de abordar el tema de la resurrección. Pero a diferencia de los tesalonicenses, algunos de los cristianos corintios habían dejado de creer en la resurrección (1 Cor. 15:12,13). Al parecer Pablo conocía la razón, porque en 1 Corintios 15:35-38 (BTX) él pregunta: “Pero dirá alguno: ¿Cómo son resucitados los muertos? ¿Con qué clase de cuerpo vienen? ¡Insensato! Lo que tú siembras no es vivificado si no muere. Y lo que siembras: No siembras el cuerpo que llegará a ser, sino un grano desnudo, de trigo o de algún otro; pero Dios le da un cuerpo como él quiso, y a cada una de las semillas su propio cuerpo”. ¿Como resucitarán los muertos? es la pregunta clave aquí. Pablo usa una ilustración muy similar a la que fue usada por Cristo para señalar la necesidad de su muerte. En Juan 12:24 (BLA) Cristo dijo: “En verdad les digo: Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto”.

Ciertamente entre la semilla que muere y la planta que surge hay una continuidad pero transformada de manera diferente. Pablo lo explica más adelante cuando les dice: Así también es la resurrección de los muertos: Se siembra en corrupción, resucita en incorrupción; 43 se siembra en humillación, resucita en gloria; se siembra en debilidad, resucita con poder; 44 se siembra cuerpo animal, resucita cuerpo espiritual. Si hay cuerpo animal, hay también espiritual. 45 Así también está escrito: El primer hombre, Adán, fue hecho un ser viviente; el postrer Adán, un espíritu vivificante. 46 Pero no es primero lo espiritual, sino lo físico; luego, lo espiritual. 47 El primer hombre, sacado de la tierra, es terrenal; el segundo Hombre, venido del cielo. 48 Como el terrenal, así también los terrenales, y como el celestial, así también los celestiales. 49 Y así como exhibimos la imagen del terrenal, exhibiremos también la imagen del celestial. 50 Pero esto digo, hermanos: La carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios; ni la corrupción hereda la incorrupción. 51 He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos, pero todos seremos transformados(1 Cor. 15:42-51 BTX). De la misma manera que hay cuerpos físicos visibles y palpables, los hay espirituales que son invisibles y están fuera del alcance de los sentidos humanos.

Dado que el cuerpo humano no tiene la naturaleza necesaria para una vida celestial, tiene que haber un cambio del cuerpo terrenal a uno espiritual. Esa es la enseñanza que Pablo expresa de manera clara, la necesidad de una transformación del cuerpo material a uno espiritual a la imagen de Cristo, el apropiado para vivir en el cielo. (Rom. 8:29; 1 Cor. 15:49; 1 Juan 3:2) Esta transformación ocurre entre la muerte y la resurrección de la persona. Se puede ver por la ilustración de Pablo, que la transformación solo afecta al cuerpo no al individuo.  La identidad que caracterizaba a la persona durante su vida se retiene en el cuerpo espiritual que se le da. Si no fuera de esa manera, la resurrección perdería su sentido de un levantamiento de la persona a la vida de nuevo. Hasta Cristo al ser resucitado mantuvo su identidad como humano (Heb. 4:14, 15). Las evidencias en las Escrituras no deja duda que todos los que estarán con Cristo en los cielos tienen que morir y ser resucitados. (Rom. 6:5; 1 Cor. 6:14; 15:22; 2 Cor. 4:14; Filip. 3:10, 11)

Otra evidencia disponible en las Escrituras que prueba que la resurrección de los que pertenecen a Cristo es espiritual la tenemos en la respuesta de Cristo a los Saduceos. Los Saduceos para probar que la resurrección no era posible, en una conversación con Cristo apelaron a la ley del matrimonio de levirato, en el cual una mujer viuda que no ha tenido hijos se debe casar con uno de los hermanos de su fallecido esposo para continuar la línea sucesoria y la descendencia familiar. El planteamiento de ellos era que esta mujer había quedado viuda de los siete hermanos y ella misma murió, por lo que la pregunta fue: por tanto, en la resurrección, ¿de cuál de ellos será mujer? La respuesta de Cristo aparece en Lucas 20:34-36 (DHH) y dice: “Jesús les contestó: En la vida presente, los hombres y las mujeres se casan; 35 pero aquellos que Dios juzgue que merecen gozar de la vida venidera y resucitar, sean hombres o mujeres, ya no se casarán, 36 porque ya no pueden morir. Pues serán como los ángeles, y serán hijos de Dios por haber resucitado.” Los resucitados son como los ángeles dijo Cristo, y ¿cómo son los ángeles? son espíritus (Salmo 104:4; Hebreos 1:7) Por otro lado la declaración de Jesús no parece significar que los resucitados no reconocerán a sus familiares y amigos en el cielo. Simplemente denota que no debemos pensar del cielo como una extensión de la vida que ya conocemos. Los resucitados dejan de pertenecer al mundo terrenal, por lo que las relaciones matrimoniales se diluyen con la muerte (Rom.7:2).

CONCLUSIÓN

Como se mencionó antes, en el Antiguo Testamento aparece registrada tres resurrecciones y cinco en el Nuevo Testamento de personas que siguieron viviendo corporalmente en la tierra. Sin embargo no aparece ni una sola vez en toda la Biblia la esperanza de una resurrección terrenal. Es el caso que en el Antiguo Testamento no aparece la palabra resurrección aunque si nos lleva a pensar que tal idea aparece varias veces. En contraste en el Nuevo Testamento aparece alrededor de 50 veces y unas 30 veces levantado entre los muertos. Los testigos de Jehová señalan que Job creía en la resurrección, pero eso lo logran sacando de contexto sus palabras. Un examen de Job 14:12-15 muestra lo contrario, de acuerdo con este pasaje él pensaba que volver a vivir no era posible, pero deseaba que lo fuera. Sin embargo en el libro de Isaías 25:8 y 26:9 sí aparece la idea de una resurrección al decir: “Él eliminará la muerte para siempre…” “Tus muertos vivirán. Mis cadáveres se levantarán”. También en Daniel 12:2 dice: “Muchos de los que están dormidos en el polvo de la tierra se despertarán, algunos para vida eterna y otros para humillación y desprecio eterno”. Y en cuanto al propio Daniel el versículo trece agrega: “En cuanto a ti, sigue adelante hasta el fin. Descansarás, pero al fin de los días te levantarás para recibir tu parte”. También en Oseas 13:14 se dice: “Yo los rescataré del poder de la tumba; los reclamaré de la muerte”. Aunque todas estas referencias señalaran a una resurrección futura, ninguna indica dónde vivirían al ser levantado de la muerte.

Otro ejemplo de manipulación de parte de los testigos de Jehová está en la conversación que Cristo tuvo con Marta antes de resucitar a su hermano Lázaro. Las Escrituras dicen de esta manera: “Jesús le dijo: “Tu hermano se levantará”. 24 Marta le respondió: “Yo sé que se levantará en la resurrección, en el último día”. (Juan 11:23, 24 Pero en la Atalaya 1/11/1979 pág. 16 párr. 3 enseñan lo siguiente: “Marta estaba pensando en una resurrección de todos los muertos humanos a la vida de nuevo aquí en la Tierra bajo el reino de Dios por medio de Su Mesías, o Cristo”. ¿Cómo pueden tener la presunción de saber lo que Marta estaba pensando sin mostrar la fuente bíblica que lo diga? Marta solo dijo “Yo sé que se levantará en la resurrección, en el último día” y punto.

En el párrafo 5 de la misma Atalaya hablando sobre la resurrección de Abrahán agregan: “De modo que Abrahán tenía fe en la resurrección venidera de los muertos humanos bajo el reino del Cristo”. Solo hay una cita bíblica hecha por Pablo que dice sobre la fe de Abrahán en la resurrección, Esta dice: “Pero él llegó a la conclusión de que Dios podía levantarlo incluso de entre los muertos, y en efecto lo recibió de entre los muertos de manera simbólica”. (Heb. 11:19). Como vemos no se dice nada sobre la supuesta fe de Abrahán en la resurrección terrestre del resto de la humanidad.

Además, Cristo parece situar a Abrahán y otros en el cielo. En el pasaje que leeremos a continuación, Cristo establece un contraste entre el destino de los que tienen y no tienen fe. Leamos Mateo 8: 5-12: “Cuando entró en Capernaúm, se le acercó un oficial del ejército suplicándole ayuda. 6 Le dijo: “Señor, mi siervo tiene parálisis. Está acostado en la casa sufriendo muchísimo”. 7 Él le dijo: “Cuando llegue allá, lo curaré”. 8 Pero el oficial del ejército le respondió: “Señor, no merezco que entres bajo mi techo. Simplemente da la orden y mi siervo se curará. 9 Porque yo también obedezco órdenes y doy órdenes a los soldados que están bajo mi mando. A uno le digo ‘¡Vete!’ y se va, y a otro le digo ‘¡Ven!’ y viene, y a mi esclavo le digo ‘¡Haz esto!’ y lo hace”. 10 Al oír eso, Jesús se quedó asombrado y les dijo a los que lo seguían: “Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga una fe tan grande. 11 Les digo que muchos vendrán del este y del oeste y se sentarán a la mesa con Abrahán, Isaac y Jacob en el Reino de los cielos, 12 mientras que los hijos del Reino serán echados afuera, a la oscuridad. Ahí es donde llorarán y apretarán los dientes”.

Este oficial romano era despreciado por los judíos por ser un gentil. Sin embargo la fe de aquel hombre maravilló a Jesús y al mismo tiempo sacó a relucir la hipocresía de la mayoría de los judíos que eran los hijos del Reino’. Cristo aprovechó esta circunstancia para sacar a relucir las implicaciones del contraste entre los que ejercen fe y los que no lo hacen en relación con el destino futuro de ambos grupos. Muchos como este gentil romano vendrían del oriente y del occidente, es decir de toda la tierra y se sentarían en la mesa en “el Reino de los cielos” con Abrahán, Isaac y Jacob. Mientras los que no ejercieran fe, aunque fueran los hijos del reino, serian excluidos de tal cena. Notemos que Cristo sitúa esta reunión en el cielo no en la tierra y gramaticalmente entendemos que eso fue lo que quiso decir. En todos los evangelios la expresión “el Reino de los cielos” es usada para identificar un lugar único en los cielos. 

También apóstol Pablo parece ubicar la residencia permanente de Abrahán y otros siervos fieles del pasado en el cielo. En Hebreos 11:13-16 él escribió: “En fe murieron todos estos, aunque no consiguieron [el cumplimiento de] las promesas, pero las vieron desde lejos y las acogieron, y declararon públicamente que eran extraños y residentes temporales en la tierra. 14 Porque los que dicen tales cosas evidencian que buscan solícitamente un lugar suyo propio. 15 Y sin embargo, si verdaderamente hubieran seguido acordándose de aquel [lugar] de donde habían salido, habrían tenido la oportunidad de volver. 16 Pero ahora procuran alcanzar un [lugar] mejor, es decir, uno que pertenece al cielo. Por lo tanto, Dios no se avergüenza de ellos, de ser invocado como su Dios, porque les tiene lista una ciudad”. Las dos expresiones que se resaltan en las palabras de Pablo son “un lugar que pertenece al cielo” y “una ciudad lista para ellos”. La primera no tiene discusión y sobre la ciudad que Dios tiene lista parece identificarse más adelante en el versículo 22 donde Pablo continúa diciendo: “Mas ustedes se han acercado a un monte Sión y a una ciudad de[l] Dios vivo, a Jerusalén celestial, y a miríadas de ángeles”. ¿A qué otra ciudad pudiera haberse referido Pablo? Es verdad que ellos no tenían la promesa clara de un lugar celestial como nosotros, pero Dios se deleitó en su fe y, por medio de Jesucristo les ha preparado una ciudad (la Jerusalén celestial).

Es llamativo que aunque Cristo dijo que habría resurrección de justos como de injustos, el Nuevo Testamento solo nos informa de la resurrección de los justos o de los que Pablo llamó los que pertenecen a Cristo que vivirían en el cielo (Juan 5:28, 29; 1 Cor.15:22, 23). No estoy diciendo que una resurrección terrenal no pueda suceder, si es la voluntad de Dios se hará, pero no está revelado en las Escrituras. Por ahora todo lo que ha sido declarado sobre la muerte y la vida ha sido declarado por Cristo (2 Tim.2:10). Por tanto todo lo que se diga de más sobre una resurrección terrenal como lo ha hecho y lo sigue haciendo los testigos de Jehová en sus publicaciones es pura especulación. Es ir más allá de lo que está escrito y el hacerlo dice las Escrituras que puede llegar a ser malditos por Dios. (1 Cor. 4:6; Gál.1:8, 9)

·         Todas las referencias bíblicas son tomadas de la traducción del   Nuevo Mundo sino se aclara lo contrario.
Otras versiones citadas son:
BLA: Biblia Latinoamericana
DHH: Dios Habla Hoy
BTX: Biblia textual
LBLA: La Biblia de las Américas
NVI: Nueva Versión Internacional

¿Qué dice la Biblia sobre la segunda venida de cristo?




La venida de Cristo se ha esperado por los últimos dos mil años, sin embargo, no fue hasta el siglo 19 que hubo un reavivamiento de esta doctrina en la medida que se iban formando diferentes grupos religiosos. Cada grupo trajo su propia interpretación. Desde entonces, sus líderes han luchado en vano por conciliar sus doctrinas con lo que realmente dice la Biblia acerca de este acontecimiento. La causa se debe a que cuando se interpreta la Biblia de manera literal y en el sentido gramatical que se corresponde, se tropieza con el significado obvio de que estos pasajes bíblicos significan lo contrario de lo que ellos enseñan. Uno de esos tropiezos está en las diferentes maneras de traducir el termino griego “PAROUSIA”.

 Por ejemplo, de acuerdo con el Léxico griego de Thayer 3952, la palabra parousía la define como: venida, llegada, adviento. Pero el Diccionario Expositivo de Palabras del Nuevo Testamento de W. E. Vine bajo la palabra ADVENIMIENTO dice: “PAROUSIA [...] denota tanto una llegada como una consiguiente presencia con. Posiblemente la mayoría de los cristianos no vean ninguna diferencia entre venida y presencia. Razonan que ambas se refieren por igual al regreso de Cristo. Pero, debemos preguntarnos ¿Cómo esperaban los discípulos la parousia de Cristo, como una llegada –venida– o una presencia? ¿Puede haber alguna diferencia doctrinal entre venida y presencia?

¿VENIDA O PRESENCIA?

Debemos reconocer que los dos términos viene de la misma palabra griega Parousia. No obstante, cuando investigamos, doctrinalmente encontramos una gran diferencia en el significado entre venida y presencia. Los testigos de Jehová en particular ponen el énfasis en “presencia” como el principal significado bíblico correcto de parousía. En su traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras vierten como presencia las 24 veces que aparece parousía. En contraste, la mayoría de  los traductores de la Biblia, prefieren usar venida y no presencia al traducir parousía. Que se tenga conocimiento, solo hay dos traducciones desde la traducción del Nuevo Testamento de Tyndale (Tyndale's New Testament) en 1535 hasta la Traducción literal de la Santa Biblia de Robert Young (Literal Translation of the Holy Bible de Robert Young) en 1862 que tradujeron parousía como presencia. Una de ellas fue la versión del Evangelio de Mateo por Daniel Scott (Matthew’s Góspel por Daniel Scott) en 1741 que presenta ‘presencia’ en las notas, pero mantiene la palabra ‘venida’ en el texto principal. La segunda fue la traducción del Nuevo Testamento de Gilbert Wakefield (Gilbert Wakefield New Testament) en 1791 y revisada en 1795, aun así, solo tradujo parousía como presencia en Mateo 24:39. 

El primer traductor del siglo 19 que tradujo parousía como presencia en el capítulo 24 de Mateo, probablemente fue Robert Young en su Traducción literal de la Santa Biblia de 1862 (Robert Young Literal Translation of the Holy Bible de 1862). La razón de esto fue, que él intentó presentar los significados estrictamente literales de las palabras griegas, en lugar de expresarlos en idioma moderno. Dos años más tarde lo hizo Benjamin Wilson en El Diaglotón Enfático de 1864 (The Emphatic Diaglott 1864). Wilson tradujo parousía como “presencia” las 24 ocasiones que aparece en el Nuevo Testamento. También lo hizo el Nuevo Testamento Enfatizado (The Emphasized New Testament) por Joseph B. Rotherham en 1872. Rotherham da la explicación en el apéndice de la tercera edición de 1897 de por qué usó presencia y no venida. Indica que al menos en parte, había llegado a aceptar la idea de la “venida en dos etapas”.  Posiblemente para usted, esta idea de una venida de Cristo en dos etapas nunca la había escuchado. Pero aquí está la diferencia doctrinal entre venida y presencia.  ¿Cómo presenta la Biblia la venida de Cristo, como un solo acto o como un proceso de varias etapas?

LA VENIDA EN DOS ETAPAS

Se dice que el origen de esta doctrina se remonta al año 1830 en Port Glasgow una ciudad de Irlanda. En este lugar Margaret McDonald de 15 años, –según ella– recibió una revelación donde le decía que la segunda venida de Cristo tendría lugar en dos etapas, refiriéndose a que regresaría dos veces y no una. La primera sería en secreto –como una presencia invisible– para recoger a un grupo de creyentes "preparados y selectos", estos serían llevados al cielo para ir al encuentro del Señor antes de la aparición del anticristo. Y la segunda etapa, seria después de la gran tribulación, al venir Jesús con sus santos. Esta gran tribulación será seguida por un Reino mesiánico de mil años.  A esta idea se le llamó el “rapto secreto”, pretribulacionismo y dispensacionalistas premilenaristas.

Cabe destacar que esta fue la primera vez que se dividió en dos la segunda venida de Cristo.  Este nuevo concepto comenzó a manifestarse en la Iglesia Católica Apostólica dirigida por Edward Irving en Londres, Inglaterra, y en el movimiento llamado los Hermanos de Plymouth dirigido por John Nelson Darby en Plymouth, Inglaterra.

Aunque los adventistas de nuestros días no aceptan la idea del rapto secreto, si hubo adventistas en el siglo 19 que creyeron en la idea de Irving y Darby. Estos fueron Benjamin Wallace Keith y Nelson Barbour. Pensaban que la primera etapa fue cuando Cristo se hizo presente de manera invisible en 1874, posteriormente Barbour publicó en el Herald of the Morning (El Heraldo de la Mañana) que estaba convencido que la segunda etapa seria en 1896, cuando Cristo se haría visible.

Durante ese tiempo Barbour logró convencer a Charles T  Russell, primer presidente de la Watch Tower, de que la presencia invisible de Cristo había comenzado en 1874. (Proclamadores cap. 5 pág. 47). Para 1920 había pasado ya 46 años sin que nada indicara que Cristo había estado presente desde 1874. Después de 1874 pasaron décadas sin evidencia alguna de que Cristo había estado presente desde esa fecha. En 1920 aprovechando que en 1914 comenzó una guerra sin precedente en el mundo, el segundo presidente de la Sociedad Watch Tower Joseph F Rutherford sin base bíblica trasladó la fecha de 1874 para 1914 como el comienzo de la presencia de Cristo. A sabiendas o no, abiertamente adoptó la enseñanza del “rapto secreto” después de hacerlo varios ajustes. ¿Por qué se puede afirmar tal hecho?

Recordemos que en el  “rapto secreto” de Irving y Darby, se compone de una primera etapa que consiste en que Cristo se misteriosamente lleva al cielo a los “creyentes selectos”. Y la segunda etapa viene a destruir a los impíos en la gran tribulación. Ahora examinemos en que consiste la segunda venida de Cristo para los testigos de Jehová.

Ellos enseñan que Cristo ha estado secretamente presente de manera invisible y repentina desde 1914 cuando comenzó a reinar. Tal fecha no se contempla en el rapto secreto esta fue una invención al trasladar el cumplimiento de la señal  de Mateo 24:3-25:46 a 1914 (Proclamadores  cap. 33 pág. 713). Note que dicen que Cristo ha estado presente desde 1914, pero la presencia de alguien en un lugar, requiere forzosamente el haber venido antes y ellos intencionalmente lo pasan por alto.

Ahora bien, la enseñanza que aparece en la Atalaya 1 de noviembre de 1979 pág. 29 párr. 10 es muy similar a la Irving y Darby. En la Atalaya se dice que en la primavera de 1918 Cristo vino a llevarse secretamente al cielo a todos los que habían muertos en Cristo. En una segunda etapa, Cristo vendrá y durante la gran tribulación destruirá a toda la humanidad menos a los testigos de Jehová (Atalaya 1/3/04 pág. 16). 

La entera doctrina contradice abiertamente la razón principal de la segunda venida de Cristo,[1] así como lo evidente que solo es “un regreso” o venida. Así lo hace saber Pablo cuando escribió en Hebreos 9:28 lo siguiente: “también Cristo fue ofrecido en sacrificio una sola vez para quitar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, ya no para cargar con pecado alguno, sino para traer salvación a quienes lo esperan” (Nueva Version Internacional). Considerándolo como lo enseña los testigos de Jehová, tenemos que aceptar que Cristo ha estado presente —sin haber venido— por unos 106 años hasta nuestro año 2020, y seguirá presente hasta su venida. ¡Verdaderamente inexplicable!

Antes cité a W.E. Vine (William Edwy Vine) quien escribió el Diccionario Expositivo de Palabras del Nuevo Testamento. Recordamos que en su diccionario él tradujo la palabra griega parousía con el significado principal de presencia. Posiblemente la razón que lo motivó a hacerlo, fue para apoyar sus puntos de vistas teológicos. Vine fue uno de los más firmes defensores de la doctrina del “rapto secreto” del siglo veinte. Esto se puede ver al leer la definición completa bajo “ADVENIMIENTO” en su diccionario. Dice:  “… Cuando se usa del retorno de Cristo, en el Arrebatamiento de la Iglesia, significa no meramente su llegada momentánea a por sus santos, sino su presencia con ellos desde aquel momento hasta su revelación y manifestación al mundo”. Ya hemos visto que los testigos de Jehová comparten los mismos puntos de vista de Vine. No obstante, lo importante debería ser como lo presenta la Biblia, si como una venida o una presencia.

LO QUE DICE LA BIBLIA

La noche antes de morir, Jesucristo hizo la promesa a sus apóstoles que él regresaría. Sus discípulos están desconsolados, su Señor les acaba de decir que solo estará un poco más de tiempo con ellos y no pueden ir a donde él va. En otras palabras, les está anunciando su inminente muerte. Seguidamente, Jesús les dice las siguientes palabras de consuelo: “No se les perturbe el corazón. Ejerzan fe en Dios, ejerzan fe también en mí. 2 En la casa de mi Padre hay muchas moradas. De otra manera, se lo hubiera dicho a ustedes, porque voy a preparar un lugar para ustedes. 3 También, si prosigo mi camino y les preparo un lugar, vengo otra vez y los recibiré en casa a mí mismo, para que donde yo estoy también estén ustedes. 4 Y a donde yo voy ustedes saben el camino”. …“No los dejaré desconsolados. Vengo a ustedes”. … “Oyeron que les dije: Me voy y vengo [otra vez] a ustedes”. … (Jn 14:1-3, 18, 28ª TNM 1987). La versión de la Biblia; Dios Habla Hoy  traduce el versículo tres de esta manera: “Y después de irme y de prepararles un lugar, vendré otra vez para llevarlos conmigo, para que ustedes estén en el mismo lugar en donde yo voy a estar”.

Las expresiones vengo otra vez y vengo a ustedes usadas por  Cristo parece ser una clara referencia a su segunda venida. Si este es el caso, podemos ver la parousía aplicada en un sentido más cercano a venida que presencia. De la misma manera, cuando Jesús dice: ‘vendré otra vez para llevarlos conmigo’, sugiere que su venida es un solo suceso. Para considerar una presencia indefinida tendría que haber dicho: ‘vendré para estar con ustedes’, pero no fue eso lo que dijo. No hay ninguna razón para dudar que Cristo cumpliría su promesa de regresar por sus discípulos, pero, ¿cuándo lo haría?

NI EL DÍA NI LA HORA

Cuando investigamos en profundidad en las Escrituras Cristianas con relación a la segunda venida de Cristo, pudiéramos quedar asombrados de la prominencia que está da a este acontecimiento. Nuestro señor habló de ella, fue proclamada extensamente por los apóstoles y creída y esperada por todos los cristianos de aquel tiempo.

Entonces, si aquellos cristianos esperaban la venida de Cristo en su tiempo; ¿significa que sabían ellos cuando él vendría? Hoy día lo que más pregonan los líderes religiosos, son las advertencias dadas por Cristo a sus discípulos de mantenerse alerta, estar listos y despiertos porque no sabemos ni el día ni la hora de su venida, esta será como un ladrón que nadie espera. No se puede negar que tal advertencia es bíblica, fue Jesucristo la que la proclamó y Pablo y Pedro lo repitieron en sus escritos (Mat 24:42, 44; 25:3; Mar 13:33; Luc 21:36 1 Tes 2:1,2; 2 Ped 3:10)[2].

Hasta hoy, llevamos casi dos milenios esperando ese regreso inmediato de nuestro Señor. Aun así, por un lado se mantiene por muchos cristianos la firme convicción de su inminente venida, por el otro, seguimos sin saber ni el día ni la hora que vendrá. De manera que no se puede descartar otra espera prolongada que se pueda extender por cientos o hasta miles de años más.

El caso es que una espera indefinida de un suceso futuro como este no tiene precedente en la Biblia. En las profecías de sucesos futuros, siempre se daba un tiempo determinado para su cumplimiento aunque no se diera ni el día ni la hora. De modo que la gente podía hacer cálculos aproximados de cuando acontecería. Tenemos el caso del diluvio del día de Noé. En Génesis 6:3 Jehová le dijo a Noé que solamente toleraría aquella gente inicua por solo 120 años[3]. Noé posiblemente dedicó aproximadamente la mitad de este tiempo a construir el arca y siete días antes del diluvio Jehová le dijo que entrara en el arca (Gén 7:4). Aun así a Noé no se le informó en qué parte del día comenzaría a llover.

A Abrahán se le dijo que su descendencia llegaría a ser residente forastera en tierra ajena por cuatrocientos años (Gén 15:13). Esto se cumplió en 1513 a.E.C. cuando salieron de Egipto. Que el pueblo rebelde de Israel vagaría por el desierto por cuarenta años (Núm 14:34), al final de este tiempo entraron en Canaán. También se profetizó que Israel saldría libre de Babilonia después de setenta años (Jer 25:11; Dan 9:2). Y por último, se dijo con antelación el tiempo que el Mesías llegaría y así sucedió (Dan 9:25,26). Los involucrados en estos ejemplos no sabían exactamente qué día llegaría el cumplimiento, pero estaban seguros de que se cumpliría dentro del tiempo señalado. De manera que es comprensible preguntarnos: Siendo la segunda venida de Cristo, el acontecimiento más importante en la historia humana, ¿por qué se dejaría en absoluta oscuridad el tiempo de su cumplimiento? ¿Sabían o no los primeros cristianos cuándo sería la venida de Cristo? 

Algunos comentaristas de la Biblia opinan que la expresión “ni el día ni la hora” usada por Jesús, abarca toda medición de tiempo con relación a su venida. Pero no pocos pasajes de las Escrituras Cristianas parece contradecirlos. Veamos a ver qué conclusión puede llevarnos las siguientes dos parábolas de Jesús con relación a su venida. La primera se encuentra en Marcos 13, el versículo 35 él dijo: “Por lo tanto, manténganse alerta, porque no saben cuándo viene el amo de la casa, si tarde en el día o a medianoche o al canto del gallo o muy de mañana;”. La segunda es su parábola de las 10 vírgenes registrada en Mateo 25:1-12. La parábola sugiere que el novio vendría entre el oscurecer y la media noche. 

De manera que la enseñanza no parece estar concentrado en el tiempo en sí, sino más bien en el estar siempre en una actitud de espera. Poniéndonos en el lugar de un esclavo que espera la llegada anunciada del amo para cierto día y hora.  La tendencia natural seria a despreocuparnos hasta que estuviera cerca la hora de su llegada. Eso lo vemos en el ejemplo de las 5 vírgenes necias, ellas no se preocuparon por los imprevistos que pudieran surgir. En este caso el novio llegó más tarde de los esperado y se quedaron sin aceite para sus lámparas. De manera que la enseñanza de las dos ilustraciones nos ayudan a mantenernos atentos en todo tiempo. En adelante vamos a analizar varios pasajes con relación a la venida de Cristo. Para tener la comprensión correcta de lo que ellos enseñan, debemos interpretarlos de la manera que se presentaron, literal y dentro de su contexto.

ANTES DE TERMINAR LA PREDICACIÓN

El primer pasaje que encontramos haciendo una mención clara de la segunda venida está en Mateo 10:23 donde Cristo dijo: “Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra; porque les aseguro que de ninguna manera van a terminar de recorrer todas las ciudades de Israel antes de que llegue el Hijo del Hombre”. ¿A quiénes les estaba dando estas instrucciones? A sus doce apóstoles (Jn 10:5). A estos los envió a predicar a las ciudades de Israel únicamente. Para asegurarse que así fuera les dijo: “No se vayan por el camino de las naciones, y no entren en ciudad samaritana; sino, más bien, vayan continuamente a las ovejas perdidas de la casa de Israel” (Jn 10: 6).

No podemos rehuir el hecho, de que las palabras de Jesús en Mateo 10:23 produce la impresión de que solo se cuenta con un breve tiempo para su venida. Es evidente que la proximidad apremiante de tal suceso es la razón de que los apóstoles no alcancen de terminar de predicar todas las ciudades de Israel.  

Aunque es patente, que este pasaje limita  la predicación de los apóstoles a las ciudades de Israel, el CG lo interpreta deliberadamente de manera diferente. En la Atalaya 1 de agosto de 1987 págs 8, 9 explican lo siguiente: “Es verdad que Jesús dio esta instrucción, advertencia y estímulo a sus 12 apóstoles, pero también era para los que participarían en la predicación mundial después de su muerte y resurrección. ...“Por eso, cuando Jesús dijo que sus discípulos no completarían su circuito de predicación “hasta que llegue el Hijo del hombre”, estaba diciéndonos, proféticamente, que sus discípulos no completarían el circuito de toda la Tierra habitada con la predicación del Reino establecido de Dios antes que el glorificado Rey Jesucristo llegara como el funcionario encargado de ejecutar el juicio de Jehová en Armagedón”.

Ni de lejos puede encontrarse un cumplimento profético en estas palabras de Cristo. Además, si nos basamos en sus propias reglas, esta interpretación queda descartada. En la Atalaya 15 de marzo de 2015  pág. 18 párr. 3 dice: ““…¿cómo podemos saber si un relato de la Biblia es un modelo de algo que ocurrirá en el futuro? El método más sabio es el siguiente: si la Biblia dice que una persona, un acontecimiento o un objeto tiene cumplimiento profético, lo aceptamos. Pero si no lo dice, no tenemos razones para buscar tipos y antitipos en las historias bíblicas”.

En cualquier caso, el solo hecho de Jesús no permitir predicarles a los samaritanos y gentiles, descarta toda posibilidad de un segundo cumplimiento a escala mundial en nuestros días. Por otro lado, el mensaje que predicaban lo limita solo a aquel tiempo. Este mensaje decía: “‘El Reino de los cielos se ha acercado’” (Mat 10:7). Y Mateo 4:17b amplía el mensaje al decir:  “…Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos se ha acercado”.

¿Qué sentido tendría anunciarles a los judíos del primer siglo que se arrepintieran, porque el reino de Dios se había acercado a ellos si no habría de aparecer hasta 1914 de acuerdo con la doctrina de los TJ? Esa predicación  hubiera sido un fraude. Hoy sabemos que el apremio de aquella predicación era por la destrucción de Jerusalén en el 70 E.C., acontecimiento unido a la llegada del Hijo del Hombre, Jesucristo.

LA SEÑAL DE SU VENIDA 

Ahora pasamos a considerar la declaración más completa y más clara de nuestro Señor tocante a su venida. Se le suele llamar el discurso o conversación del Monte de los Olivos. Este se encuentra en Mateo 24 y 25, Marcos 13 y Lucas 21.

La conversación comenzó a las afueras del templo en Jerusalén.  El evangelio de Marcos 13:1, 2 nos narra lo que sucedió, dice: “Al ir saliendo él del templo, uno de sus discípulos le dijo: “Maestro, ¡mira!, ¡qué clase de piedras y qué clase de edificios!”. Sin embargo, Jesús le dijo: “¿Contemplas estos grandes edificios? De ningún modo se dejará aquí piedra sobre piedra que no sea derribada”. La admiración de los discípulos por el tempo estaba justificada. El templo era la construcción más grande en el mundo de aquel tiempo, tres veces mayor que el templo de Salomón. Se dice que en la época de la Pascua podían haber más de 250,000 personas en su recinto. Algunas fuentes dicen que cada piedra podía medir 35 pies de largo, por 15 pies de ancho y 10 pies de alto. Pero para los judíos, lo más importante del templo consistía en que era su único lugar de adoración a Dios.

El que todo este hermoso templo iba a ser destruido completamente, tuvo que haber ocasionado un gran impacto en las mentes de estos discípulos.  Seguramente mientras caminaban al monte de los Olivos desde el templo, sus mentes estaban llenas de confusión e interrogantes, por lo que al llegar le preguntan: “Dinos, ¿cuándo pasarán esas cosas, y qué señal habrá de que todas esas cosas van a llegar a su conclusión?” (Mar 13:4).  En el evangelio de Lucas la pregunta es similar pero no en el de Mateo. En Mateo 24:3b dice: “Dinos, ¿cuándo pasarán esas cosas, y qué señal habrá de tu presencia y de la conclusión del sistema?”. La Biblia de las Américas lo traduce de la siguiente manera: “Dinos, ¿cuándo sucederá esto, y cuál será la señal de tu venida y de la consumación de este siglo?”.  Observemos que Mateo en su evangelio agregó una parte de la pregunta que faltó en los otros dos evangelios, esta era: “y cuál será la señal de tu venida”. 

No podemos pasar por alto que la base para estas preguntas es la destrucción del templo. Por lo que no deberíamos añadir nada fuera de la conversación de Jesús con sus discípulos. Su petición era una señal que los ayudara a determinar  cuándo concluirá todas estas cosas. Debemos entender que se referían a la destrucción del templo, a su venida y a la conclusión del sistema. Parece que ellos consideraban que la destrucción del Jerusalén y su templo coincidían con la venida del Señor. Es razonable que sea así por la forma en que hicieron la pregunta.

Cuando leemos la respuesta de Jesús en estos pasajes de los evangelios, notamos que él le dio una señal con varios rasgos que ellos deberían observar. El cumplimiento de estas partes de la señal, les iría indicando el tiempo en que sucedería todas estas cosas. Debemos tener presenta, que en esta señal hay aspectos que no vamos a entender. La razón es que fue dada en solicitud de aquellos discípulos no de nosotros. Hay que suponer que ellos verían cosas, tanto visibles como invisibles que nosotros desconocemos. Pero el aspecto más distintivo que marcaría el tiempo en que la señal se cumpliría se encuentra en lo que dice Mateo 24:34: “En verdad les digo que de ningún modo pasará esta generación hasta que sucedan todas estas cosas”.

LA GENERACIÓN QUE NO PASARÁ

¿A qué se refería Jesús cuando dijo, “No pasará esta generación”? El Diccionario Expositivo de palabras del Nuevo Testamento exhaustivo de W. E. Vine comenta sobre la palabra griega genea (γενεά, 1074), vertida en español como generación. Dice: miembros sucesivos de una genealogía (Mt 1:17), o una raza de gentes, poseyendo características o llamamientos similares. O de toda la multitud de personas viviendo en el mismo período. 

Esta definición concuerda con la manera como Cristo llamó varias veces al conjunto de judíos opositores de su tiempo; se refirió a ella como “generación inicua y adúltera”, incrédula y perversa (Mat 12:39; 16:4; 17:17; Luc 11:29) Esta sería la generación que lo rechazaría y le daría muerte (Luc 17:25). También sería la generación que no pasaría sin que se cumpliera toda la se al de mateo 24 y 25. Esta evidencia se puede ver claramente en el evangelio de Lucas. En este evangelio aparece 13 veces la palabra generación,  nueve de ellas esta precedida por el pronombre demostrativo “esta” [esta generación], haciendo patente que Cristo se estaba refiriendo a los judíos de su tiempo.

En Marcos 8:38 él parece enlazar aquella generación inicua con su venida, él dijo: “Porque el que se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del hombre también se avergonzará de él cuando llegue en la gloria de su Padre con los santos ángeles”. Observemos que Cristo no dice; el que se avergüence de mí en esta vida, como lo interpretan algunos comentaristas bíblicos, él fue enfático al decir, “el que lo haga en ‘esta generación’ yo haré lo mismo cuando llegue”. Tal declaración nos lleva a pensar, que aquellos discípulos sabían más de lo que nos imaginamos con relación a la venida de Cristo. También estaban al tanto, que aquel sistema judío estaba por terminar (Gál 1:4).

Los testigos de Jehová reconocen que la generación que no pasaría de Mateo 24:34 era aquella generación contemporánea de Jesús. Pero plantean un doble cumplimiento, es decir que Jesús se refería a dos generaciones, a la de los judíos del primer siglo y a otra que comenzó en 1914 (Atalaya 1/1/79 págs. 30-31).  

¿A cuál quiso decir Jesús, o se refería a las dos? El registro histórico nos da prueba que la generación de aquellos judíos se prolongó por 37 años más, hasta el 70 E.C. La generación de los testigos de Jehová ha pasado varias veces sin ver el fin anunciado por ellos. Ha caido en el descredito cada vez que han fracasado.

Por ejemplo,  ellos consideraban que en el siglo 20, al igual que en los días de Moisés, la vida de una persona que vivía en condiciones favorables podía llegar a los setenta u ochenta años (Sal 90:10). Basados en este razonamiento, estuvieron enseñando hasta el año 1969, que tal generación tendría que estar compuesta por los jóvenes que tenían unos 15 años en 1914[4]. Para 1981 cambiaron la generación para los que tenían 10 años[5]. En 1984 a los que eran infantes[6]. Para 1988 eran los que habían nacido en 1914[7]. En vista de que ya era imposible extender más el tiempo de una generación, se inventaron una fuera de todo sentido común, la generación traslapada entre sus ‘ungidos’[8]. Es un hecho comprobado que su interpretación de la generación que no pasará no ha pasado la prueba bíblica, por lo que es una falsa enseñanza.

ANTES QUE MUERAN TODOS LOS APÓSTOLES

El evangelio de Mateo tiene otro pasaje que parece indicar lo mismo que los anteriores, es decir un regreso de Cristo dentro de un período de tiempo específico y limitado. Este se encuentra en Mateo 16:27, 28 (BTX) dice: “Porque el Hijo del Hombre está al venir en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces recompensará a cada uno según su conducta. De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que de ningún modo gustarán la muerte hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino”.   

 Grupos cristianos difieren en la interpretación de estas palabras. Piensan que pudo referirse a su muerte y resurrección,  al Pentecostés, a la destrucción de Jerusalén en 70 E.C., a la transfiguración de Cristo y también a la segunda venida. Pero esta última es descartada, porque según alegan, todos los apóstoles murieron sin presenciarla.

La interpretación escogida por los testigos de Jehová ha sido la transfiguración de Cristo. Sobre este suceso Mateo 17:1-5 nos dice: “Seis días después Jesús tomó consigo a Pedro y a Santiago y a Juan su hermano, y los llevó a una montaña encumbrada donde estuvieron solos. Y fue transfigurado delante de ellos, y su rostro resplandeció como el sol, y sus prendas de vestir exteriores se hicieron esplendorosas como la luz. Y, ¡mire!, se les aparecieron Moisés y Elías, que conversaban con él. Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: “Señor, es excelente que estemos aquí. Si quieres, erigiré aquí tres tiendas: una para ti y una para Moisés y una para Elías”. Mientras él todavía hablaba, ¡mire!, una nube brillante los cubrió con su sombra, y, ¡mire!, una voz procedente de la nube, que decía: “Este es mi Hijo, el amado, a quien he aprobado; escúchenle”.”

 Así lo interpretan ellos: En cuestión de días, esas palabras de Jesús se cumplieron. Llevando consigo a los apóstoles Pedro, Santiago y Juan, el Hijo de Dios subió a una alta montaña, probablemente Hermón. En algún ramal corto de esta montaña sucedió lo siguiente: “[Jesús] fue transfigurado delante de ellos, y su rostro resplandeció como el sol, y sus prendas exteriores de vestir se hicieron esplendorosas como la luz.” Así, a los tres apóstoles se les confirmó que la venida de Jesús en el poder del Reino ciertamente sería gloriosa. Entonces se formó una “nube brillante” y de ella salió una voz que dijo: “Éste es mi Hijo, el amado, a quien he aprobado; escúchenle.”Mateo 17:1-5. (Escogiendo el mejor modo de vivir cap. 3 págs. 36-37 párr. 19)

 Esta interpretación es ridícula, es tan inverosímil y artificial suponer que sus palabras; “algunos de los que están aquí no gustarán la muerte hasta que vean el reino de Dios” se refería a un suceso que verían solo seis días después, cuando lógicamente todos ellos, no algunos todavía vivirían. Además, ¿cómo podía la transfiguración representar su venida si esta seria  en la gloria de su Padre y acompañada con ángeles donde se haría un juicio para recompensar a cada uno conforme a sus hechos como muestra Mateo 16:27? 

Jamás podía haber pasado por la mente de los apóstoles que el Señor se refería a la transfiguración.  La forma misma de la expresión muestra que el suceso del que se habla no podía ser dentro de seis días, más bien encajaría en un período de tiempo más largo, de varios años, donde poco a poco de forma natural o no irían muriendo los apóstoles hasta solo quedar algunos tal como sucedió en el caso de Juan. Los apóstoles no entendieron que Cristo se refería a la transfiguración. Lo sabemos por el relato que aparece en Juan 21:20-23, donde dice: “Volviéndose, Pedro vio al discípulo a quien Jesús amaba, que venía siguiendo, el que en la cena también se había recostado sobre su pecho y dicho: “Señor, ¿quién es el que te traiciona?”. Por eso, cuando alcanzó a verlo, Pedro dijo a Jesús: “Señor, ¿qué [hará] este?”. Jesús le dijo: “Si es mi voluntad que él permanezca hasta que yo venga, ¿en qué te incumbe eso? Tú continúa siguiéndome”. Por consiguiente, entre los hermanos salió este dicho: que aquel discípulo no moriría. Sin embargo, Jesús no le dijo que no moriría, sino: “Si es mi voluntad que él permanezca hasta que yo venga, ¿en qué te incumbe eso?”.

Jamieson, Fausset y Brown comentan que Cristo quiso corregir el malentendido entre los hermanos de que Juan no moriría, pero en el pasaje la única corrección que se hace es a Pedro, y fue para que no se meta en lo que no le incumbe. Cristo no aclara la situación sobre Juan, pero es un hecho que los demás lo aplicaron a Juan tal como realmente sucedió.

Pero el punto central de la conversación,  es que la segunda venida de Jesús acontecería mientras todavía alguno de ellos vivieran, sugiriendo que solo pasarían algunos años y no siglos.

DENTRO DE POCO ME VERAN

 Otra evidencia bíblica que parece indicar que el regreso de Cristo era inminente, está en una conversación íntimamente emocional con sus amados discípulos antes de su muerte. Recordemos que más de tres años atrás estos discípulos habían dejado todas las cosas para seguir día y noche al Señor—Mat 19:27.  Debió ser impactante para ellos escuchar a su maestro decir: No pueden venir adonde yo voy’ —Jn 13:33.

Su tristeza era evidente para Jesús. Para tranquilizarlos los anima con la siguiente promesa: “No se les perturbe el corazón. Ejerzan fe en Dios, ejerzan fe también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas moradas. De otra manera, se lo hubiera dicho a ustedes, porque voy a preparar un lugar para ustedes. También, si prosigo mi camino y les preparo un lugar, vengo otra vez y los recibiré en casa a mí mismo, para que donde yo estoy también estén ustedes. … No los dejaré desconsolados. Vengo a ustedes. … Oyeron que les dije: Me voy y vengo [otra vez] a ustedes.” (Jn 14:1-3, 18, 28).

Como vemos, regresaría por ellos después de prepararles un lugar en el cielo para estar juntos nuevamente. ¿Les dijo cuando regresaría? Mas adelante en la conversación lo hizo. En Juan 16:16 les dijo:  “Dentro de poco no me contemplarán más, y, otra vez, dentro de poco me verán. La Nueva Version Internacional lo traduce así: Dentro de poco ya no me verán; pero un poco después volverán a verme.

Algunos comentaristas bíblicos consideran que Cristo se refería a que lo volverían a ver al resucitar tres días más tarde. Pero esto no se ajusta a la promesa de regresar por ellos para llevárselos al cielo. Conocemos que décadas después de Cristo regresar al cielo los apóstoles todavía permanecían vivos en la tierra. Es más, aproximadamente unos 30 años después de la muerte de Cristo, el apóstol Pablo reafirmó dicha promesa al escribir su carta a los hebreos. En Hebreos 10: 37 él escribió: “Porque aún “un poquito de tiempo”, y “el que viene llegará y no tardará”.

Algunos del Nuevo Testamento nos indican que, los apóstoles y demás cristianos creían que la venida de su Señor era un suceso que acontecería en sus días,  que ya estaba a las puertas (Filip. 4:5; 1 Tes. 3:13; 5:23; 1 Tim. 6:14; Heb. 10:25; Sant. 5:7-9). Hasta algunos cristianos de Tesalónica llegaron a creer a algunos que decían que la venida de Cristo ya había acontecido.  Se hace evidente por lo que Pablo les escribió en 2 Tes 2:1,2 LBA, él les dijo: “Pero con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo y a nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos, 2 que no seáis sacudidos fácilmente en vuestro modo de pensar, ni os alarméis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera de nosotros, en el sentido de que el día del Señor ha llegado.”

Un hecho que posiblemente muchos hemos pasado por alto, es que el Nuevo Testamento no se escribió para nosotros, aunque por extensión y en principio nos aplica. Al leer los evangelios podemos darnos cuenta de que las enseñanzas de Jesús fueron directamente para sus apóstoles y aquellas muchedumbres que lo escuchaban. Las cartas apostólicas fueron dirigidas a los cristianos de aquellas congregaciones en el primer siglo. A veces estas cartas tenían el propósito de tratar un asunto particular de la congregación a quien iba dirigida o simplemente para dar estímulo a aquellos cristianos. 

CONCLUSIÓN

 Tal como se ha analizado, aunque tanto el término venida como presencia se traduce de la misma palabra griega Parousia, hay una gran diferencia doctrinal en cómo se interpreta la venida de Cristo en ambos casos. Tomando como ejemplo el uso de parousía en Mateo 24:3, este no puede referirse a una “presencia invisible” como si se tratase de una “venida en dos o más etapas”. Este concepto tomado por los testigos de Jehová de promotores del rapto secreto a principios del siglo 19, no solo lo hace inadecuado por su origen oscuro, más bien es por su contradicción con la enseñanza bíblica que muestra que la venida de Cristo es un solo acto, donde regresa a buscar a los fieles y viene con sus santos ángeles para hacer juicio (Juan 14:1-3, 18, 28; 16:16; Mateo 16:27).

Pero, supongamos que aplicamos la expresión técnica de Parousía que se usaba en Oriente para designar la llegada o presencia de un rey o emperador a la venida de Cristo. Cada vez que un rey o emperador anunciaba una visita a una ciudad, se producían acontecimientos singulares en ella. Las calles se reparaban, las multitudes se congregaban para rendir homenaje al emperador, había procesiones, toque de trompetas, aclamaciones, discursos, regalos y festejos. A menudo una nueva era se contaba a partir de la parousía del emperador, y se acuñaban monedas para conmemorarla. Preguntémonos, ¿qué eventos importantes visibles hemos presenciado en el mundo a partir de 1914, fecha que los testigos de Jehová toman para la presencia de Cristo? 

En cambio, si la venida de Cristo hubiera sido antes de que terminara la predicación a las ciudades de Israel, dentro de la generación judía contemporánea con Cristo. Y mientras que todavía vivía alguno de los apóstoles y alrededor del poco tiempo que Cristo les prometió a sus discípulos que regresaría, entonces no hay evidencia más visible de su venida que la destrucción del templo en Jerusalén y la desaparición del pueblo judío como el pueblo de Dios.

Naturalmente, debemos reconocer que aun con las evidencias consideradas donde parece sugerir que la venida de Cristo aconteció en el siglo primero, nadie puede afirmarlo categóricamente ya que la Biblia guarda silencio en cuanto a si realmente sucedió o no. Pero eso no impide que personalmente analicemos las evidencias y lleguemos a nuestras propias conclusiones y actuemos en conformidad con la fe que pongamos en ellas. 

NOTAS


[1] Es cierto que las Escrituras menciona que en la segunda venida de Cristo habrá un “día de juicio”, pero no tiene nada que ver  con el fin de la humanidad como enseña los testigos de Jehová y demás religiones.

[3] La mayoría de los comentaristas bíblicos coinciden en afirmar que los 120 años se refiere a la duración de la vida del hombre. Pero esto no es posible, debido a que la gente siguió viviendo mucho más años. Incluso Moisés murió a los 123 años unos 9 siglos después del diluvio.